-¡Ya vuelvo viejo!- Grita Nélida mientras pasa por delante de si el carrito de compras de toda la vida, el que viene heredado desde su madre y la madre de su madre.
Creo que todxs sabemos de qué carrito es dueña Nélida. Estructura de metal color rojo y con ruedas que parecen hechas de titanio por la resistencia que demuestran. El paso del tiempo no es más que una construcción social imperceptible para este objeto. Cubriendo la armadura vemos la tela que no es tela, el plástico que no es plástico, podríamos decir que es la epítome del misterio que conservan las ancianas argentinas. Quizás nuestros sentidos no estan preparados para captar la esencia del objeto y aún así termina siendo simplemente "el carrito de compras de mamá".
Nélida no lleva sus mejores pintas y no le importa ¿Para qué arreglarse si va a ver a los mismos de siempre en su camino de compras de la verdura para la sopa del medio día?
Otras viejas ridículas sacan el bisón a pasear solo para hacerse ver y esa era la mentalidad que Nélida optó por evitar ese día.
La verdulería que le gusta, la que tiene lindos tomates, queda a unas diez cuadras de su casa. No le importa caminar la distancia. Aprovecha para pasear en esos breves momentos libres donde no se ocupa de su casa. Nota como con cada paseo nuevo los árboles del barrio crecen y cambian aunque parezca imperceptible, ve como las flores de los canteros van despabilándose con la llegada del final del invierno pero, por sobretodas las cosas, lo que más le da placer, es pasar por el frente de la verdulería de Rubén, el que la cagó con un kilo de cebollas podridas.
Ella se asegura de que la vea pasar con el carro vacío, lo saluda y a la vuelta se encarga de que note su carro lleno. Si los tiempos no son buenos y el carro no se puede llenar, Nélida se encarga de poner bolsas, diarios o cualquier otro objeto que haga bulto y aún así cumplir su cometido. A Rubén no le importa, es más casi que ni se da cuenta que es Nélida la que siempre lo saluda. Las cataratas no muestran clemencia sobre él y seguramente haya sido eso lo que hizo que confundiera las buenas cebollas de las malas que le dió aquella fatídica tarde de marzo. Sin embargo, esta es la tortura maestra que ella lleva a cabo con diligencia cada vez que puede en su afán de equilibrar la balanza cósmica.
"Que se cague de odio por cagador" es el pensamiento de Nélida cada vez que monta todo este circo. Quizás no sea importante la realidad sino la verdad que ella elige vivir, aún siendo errada y dañina.
Habiendo concluido el primer acto recurrente en sus compras, ya logra ver el cartel sobre la vereda de la dietética de María. Siempre le gusta pasar a saludarla y tomarse un solo mate de paso.
-Buen día María - saluda mientras apresura el paso para meterse y abrigarse con el calor que provee el local.
-Buenas Neli ¿cómo estás hoy? Che ¿sabés cuándo va a dejar de hacer frío?- larga María casi como si fuera un diálogo programado inconscientemente en la mente de los ancianos del barrio mientras ceba el mate para su amiga.
-No se che, prendete la tele y vemos el noticiario que ya debe estar ese chico buenmozo que dice el clima-
Nélida toma el mate, se quema la lengua y la mira con recelo a su amiga.
Mientras María busca el control que deja siempre en la parte de atrás del mostrador, hace como que no se da cuenta de lo sucedido pero sabe perfectamente lo que acaba de hacer. Ayer, Nélida le hizo un comentario sobre su vidriera que no le cayó nada en gracia. Como el negocio de uno es el motivo de orgullo y reflejo de su esfuerzo, ella decidió tomar venganza en el único momento que pudo, el único mate que siempre viene a tomar. Ahora la balanza está de nuevo equilibrada.
María toma los lentes que tiene colgados en el cuello por las patillas y se los coloca. La correa de mostazillas brillantes que, a su criterio, resaltan sus ojos, completan el atuendo completo para hacerle saber a sus clientes y a todo el mundo, que es una mujer argentina de ley. Una vez completa la imagen, se embarca en la búsqueda del canal del clima, canal que siempre olvida a pesar de consultarlo diariamente.
-Ahí está- exclama María señalando a la tele con el control en la mano
-Bueno silencio ya, a ver cuándo se va este frío- exclama Nélida de mal humor sin perdonarle que le haya arruinado la lengua para la sopa que iban a comer en un par de horas con su marido.
Ambas toman los datos que comparten en el noticiero, concuerdan con los comentarios y se quejan un poco más del clima. María le ofrece a su amiga un mate adicional, el cuál es rechazado. No solo porque la lengua incapacitada se lo prohibe sino que además le provoca acidez. Se despiden con las cordialidades que deben seguir y Nélida vuelve a su travesía principal.
Al momento de salir del local de María, el viento frío le recuerda a que no solo detesta el invierno, adicionalmente, le recuerda lo bueno es que seguir con vida. Ese breve momento de desprecio y de alegría que se funden en ese viento helado, la impulsa a terminar su tarea lo antes posible.
De camino a la verdulería de Julio, el que no es cagador, se siente extraña. Puede percibir como diferentes personas, conocidas y no tanto, se quedan mirándola con desdén. No le da mucha importancia al principio. Sin embargo, conforme las cuadras van pasando, la intensidad ya no puede ser disimulada con un "seguro estoy pensando cualquier cosa". Resulta evidente que las personas la miran realmente a ella, no hay confusión al respecto.
A su llegada a la verdulería de Julio, ve que él está con su sobrino Mateo al cual saluda amistosamente como suele hacer pero este sale corriendo. No comprende la reacción del niño pero deduce que estaba jugando con el celular que tenía en su mano y por lo tanto se fue a seguir con lo suyo. Julio se acerca a Nélida lentamente con una energía fuera de lo habitual. Ella no era bruja. Sin embargo, uno puede percibir cuando la energía cambia más aún sobre alguien que se ve diariamente.
-Che Julio, la gente anda alterada ¿pasó algo?-
- ¿Alterada cómo?- comenta mientras acomoda unas manzanas que ya estaban acomodadas. Julio está nervioso pero no logra identificar el motivo que lo lleva a estar así.
-No sé... el barrio se siente raro-
-No me digas que te está agarrando la loca como a la Irene. Mirá que si quiero que sigas viniendo eh.... lo del otro día era un chiste- lográ decir Julio mientras es notable que trata desesperadamente por controlar sus nervios.
-Dejá e joder- exclama Nélida mostrando que desea mantener una distancia entre ella e Irene - enserio te estoy diciendo Julio-
-y a ver decime ¿por qué la gente se quedaría mirandote?-
Nélida se congela, Julio no entiende qué está pasando y ambos se quedan en silencio por un momento. Nélida encuentra el momento en el cual rompe la tensión.
-Yo nunca te dije que se quedaban mirándome-
Julio entiende, se queda duro. No sabe qué decir. Si tan solo su sobrino no le hubiera mostrado esa foto en su celular momentos antes, habría podido disimular mejor.
Nelida, asustada, deja el carrito y se acerca lentamente a la puerta de la verdulería, su única salida.
Tartamudeando, raro en ella, una mujer de palabras claras, logra decirle a Julio
-¿Sa...sabés q...qué Julio? Mejor me vuelvo para la casa que creo que dejé la leche en el fuego.-
Julio, como lamentando las palabras que iban a salir de su boca, le dice a Nelida las palabras que terminan de sentar el pánico en ella.
-Sabés perfectamente que no puedo dejarte ir- su voz calma y seria parece caer sobre Nélida como un bloque de cemento
Ella continua retrocediendo de espalda a la puerta tanteando con las manos posibles objetos que impidan su salida del local.
Cuando porfin llega a la puerta, sale rápido y pega la vuelta a su casa.
Comienza a correr. No sabe cómo, pero lo hace.
Las caras de las personas que la persiguen muestran cada vez con mayor claridad el disgusto que sienten en su presencia. Pareciera como si el velo que la recubría se hubiera levantado y logran ver quién realmente es.
Llega a su casa y cierra la puerta lo más rápido posible.
Por fuera, la casa de los Rodriguez era como cualquier PH normal del barrio. Sin embargo, por dentro ocultaban el secreto por el cual Nélida sabía estaba siendo juzgada.
De un tiempo para acá Nelida se robaba los plantines nuevos de sus vecinos en cada oportunidad que obtenía. Su modus operandi era el mismo. Registraba el plantin nuevo en su caminata matutina, identificaba la casa y luego se predisponía a hacer el asalto en horas de la madrugada donde nadie podría observarla.
Semanas atrás...
El barrio manejaba una locura tácita. El trabajo era tan preciso que hacía dudar a sus propios dueños si siquiera habían comprado ese plantin que había desaparecido. Todos seguían sus vidas con normalidad pero por dentro, por dentro todos tenían la duda en su mirada... ¡¿Qué está pasando con los plantines?!
A fin de resolver el enigma, un grupo de jovenes vecinos se reunieron un día e instalaron cámaras ocultas en el barrio. Quizás la pregunta que surge entre nosotros sería "¿por qué se reunieron los jovenes y no todos los vecinos?" Está a las claras que quienes estaban involucrados en este asalto serían personas de la tercera edad ¿quién más robaría plantines con tal impunidad?
-Bueno - dice Matías mientras se levanta de una de las sillas de plástico dispuestas en la "sala de reuniones" que armaron en la cancha de handball del club del barrio.
-Ya tengo el presupuesto de las cámaras. Es muy importante que no salga de acá esto. Cualquiera que lo comente por más mínimo que sea, nos podría arruinar todo el plan.-
-¡¿Y cómo podemos confiar?!- grita Pedro. Él es el más alterado por la situación. Su pinta lo delata. El sweater sucio al igual que su pelo, la barba larga y descuidada, las ojeras que casi se las patea y las uñas de las manos cas invisibles después de haber pasado por sus trituradores dientes muestran la marca que fue dejando la situación sobre su cuerpo.
-¡Al primero que dice algo lo mato!- exclama finalmente.
Analía, presente en la reunión, lo mira con los ojos abiertos como dos de oro ¿para tanto? Piensa mientras busca una mirada complice entre los presentes sin encontrarla. Bue, se ve que si es para tanto. Pobre, se nota que la esta pasando re mal.
Los demás presentes, si bien están preocupados por su propiedad, estan para darle un cierre al tema y lograr que Pedro se calme más que para traer al culpable a la justicia.
Matías se limpia la garganta, le da unas palmadas de contensión a Pedro buscando evitarle el bobazo que parecía inminente y continúa
-Retomando, van a instalar las cámaras pasado mañana. Yo voy a hablar con los técnicos para que se vistan de empleados de ELEC y nadie sospeche-
-¿Vos decís que van a acceder?- consulta Paola
-Obvio que no, les voy a tener que tirar unos mangos. Eso está dentro del presupuesto-
Matías estaba en todo
Los días pasaron, los técnicos de ELEC vinieron, instalaron todo sin levantar sospechas en los vecinos y le dejaron un aviso a Matías por debajo de la puerta de su casa.
Para acceder a las imágenes tiene que entrar al enlace con el usuario y contraseña que enviamos por mail. Aunque su pedido fue raro, nos reímos con los muchachos y va a ser una buena anécdota ¡Ojalá todo salga bien y recomiende nuestros servicios!
Matías se ríe pero es momento de entrar en acción.
Como los robos se realizaban a la madrugada, se prepara una buena jarra de café para quedarse despierto toda la noche. Se había pedido el día libre en el trabajo por lo que no había problema con quedarse toda la noche en vela.
Pasan las horas y algo de repente llama su atención. No podía creer que por fin se resolviera el misterio. Enfoca la imagen y ve claro como el agua la cara de Nélida sacando los plantines nuevos de Rosa, la vecina de Paola.
Matías toma la captura de la imagen y la comparte en la cadena de difusión que creo para este momento para notificar a todos.
El mensaje reza: "Esta señora roba plantines" junto con la cara de Nélida en pleno asalto.
Presente
Con el golpe de la puerta, Carmelo se acerca a Nélida preocupado. Al acercarse a la puerta, nota que aplauden las manos para llamarlos y se predispone a averiguar qué sucede.
-No Carmelo, no vayas. Me van a hacer algo-
-Vieja tranquila. No va a pasar nada- dice Carmelo tratando de recomfortar a su compañera.
-Diga- grita Carmelo a través de la puerta
-Carmelo, soy Juancho ¿podés salir un momento?-
Carmelo le da un tierno beso en la frente a su esposa y abre la puerta. Afuera puede verse casi todo el barrio reunido sobre la vereda de la casa de ambos. Nélida se esconde.
-Juancho, decime qué pasa-
Juancho procede a comentarle la situación a Carmelo quien se da vuelta y mira a Nélida casi escondida por completo detrás de la puerta principal de su hogar como niño que le descubrieron la travesura.
A diferencia de los demás, Carmelo no la mira con odio, la mira con el amor y la compasión que siempre le tuvo. Vuelve con los vecinos, comparte con ellos unas breves palabras y poco a poco todos abandonan su vereda. Le da una palmada en la espalda a Juancho y se ríen prometiendo unos mates al día siguiente.
-¿y? ¿qué pasó?- pregunta Nélida preocupada
-Y negra... vos sabés qué pasó-
-Se dieron cuenta ¿no?- dice afligida con la cabeza baja
-Si. Pero no te preocupes, hay solución y vos sabes cuál es ¿no?-
-Vos siempre tan bueno viejo. No sé qué haría sin vos-
Se besan y se van a descansar. Es temprano, pero mañana tienen un largo día por delante.
Al día siguiente, Carmelo se levanta, prepara el mate, le ceba un par a Nélida y se disponen a trabajar. Uno por uno van sacando con cuidado los plantines del invernadero y los ponen en los cajones que pudieron conseguir de la verdulería de Julio.
Carmelo carga los plantines en la chata y va a la plaza del barrio donde descarga los cajones y junto con Nélida comienzan a plantar todo ahí. Se acercan los vecinos a ayudar y así, al caer la tarde ya todas las flores adornan el parque. Esta es la humilde retribución justa que pueden hacer por todos, identificar cada planta con su dueño sería una tarea imposible.
Por último, la parada final, la casa de Pedro.
Carmelo le pasa la maceta a Nélida quien busca valor y baja de la camioneta. Toca la puerta de Pedro. Él revisa por la mirilla quién llama a su puerta. Al abrir, Nélida le ofrece sus disculpas de la mejor manera que logró pensar, con el plantín más hermoso que le robó a Pedro. Él, conmovido por la escena, ve lo bién que Nelida lo cuidó y se alegra de su belleza. Lo acepta y la abraza.
Todo está perdonado.
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