Empecé a reflexionar sobre el odio después del resultado de las elecciones en la República Argentina, de más está decir que la política es algo que nos afecta a todos, queramos formar parte de ello o no.
Me parece importante profundizar en lo que creo es el mayor problema que tenemos como sociedad, e intentar esclarecer algunos conceptos para que sea menos difícil procesar lo que está pasando.
Empecemos por lo más básico, ¿Qué es la democracia?
La RAE lo define como el sistema político en el cual todos los ciudadanos ejercen en la toma de decisiones. Lo que me lleva a preguntarme, ¿existe la democracia si hay ignorancia?
La epistemocracia se basa en la convicción de que los problemas de la democracia son consecuencia de la ignorancia de la ciudadanía o de la incompetencia de los políticos.
Aristóteles sostenía que el voto tiene que ser libre e informado, y que, si un ciudadano vota desde la ignorancia de las circunstancias y los problemas de la ciudad, su acto de votar equivale a un sorteo, y las posibilidades de que se alcance por esa vía el bienestar de la comunidad son ínfimas (XOSÉ LUÍS BARREIRO RIVAS, 2018).
Cuando hablo de ignorancia, no me refiero a un menor nivel intelectual, sino a la ignorancia y el desconocimiento de ciertos factores. De esto podemos hacer responsables a los políticos, a los medios, a las redes sociales, pero en mi opinión no se trata de encontrar culpables, sino simplemente entender el porqué de las cosas. A aquellos que se encuentran en el poder los favorece ocultar ciertas cosas para así manipular el voto del pueblo, apelando al miedo, al odio y al instinto de supervivencia. Un claro ejemplo de esto es el Brexit: el escritor y periodista británico John Carlin afirmó que "es la victoria de la ignorancia, el populismo y la estupidez total". El Reino Unido llamó a un referéndum sin informar correctamente a sus ciudadanos de cuáles eran las consecuencias (ya sea por quedarse en la Unión Europea o por separarse de ella) y, luego de la votación, recurrieron a las búsquedas en internet:
Según Google Trends las preguntas "¿qué significa dejar la Unión Europea?" y “¿qué es la Unión Europea?” fueron las más consultadas en el Reino Unido luego de que los resultados oficiales del referendo separatista fueran anunciados.
Otras dudas como “¿aún somos europeos?”, “¿por qué estamos en la Unión Europea?”, “¿estamos en la Unión Europea?” y “¿estamos dentro o fuera de la Unión Europea?”, se posicionaron entre los términos más buscados durante el día en Google Trends.
Como ciudadanos tenemos una enorme responsabilidad y poder sobre lo que sucede en nuestro país, pero si ignoramos los factores claves de lo que implican nuestras decisiones, es muy difícil saber si se trata realmente de una decisión independiente y voluntaria.
Creo firmemente en que como seres pensantes, voluntariamente o no, siempre queremos estar mejor. Cada uno puede interpretarlo de distinta manera: tener el mejor celular, el mejor trabajo, el jardín más verde, la cuestión es que la derecha siempre va a aprovechar esas cosas para ganar presencia. ¿Cómo? A través de la meritocracia.
La meritocracia es un mito porque, a pesar de ser promovida como un método abierto y accesible para lograr una movilidad de clase ascendente bajo el capitalismo neoliberal o de libre mercado, las desigualdades de ingresos, riqueza y estatus son inevitables y, en un sistema capitalista son incluso necesarias, ignorando intencionalmente las condiciones estructurales. Esto inherentemente genera disconformidad, angustia y enojo en aquellos que intentan acceder y fracasan, pero, aún peor, valida a aquellos que se creen superiores. ¿Y cómo movilizamos a estas personas? Con discursos de odio.
Los discursos de odio organizan explicaciones sencillas sobre los problemas y dificultades que atraviesan a una sociedad, responsabilizando por estas situaciones a alguna de sus partes: los pobres, los grupos LGTTBI, los extranjeros, las mujeres; y en el particular caso argentino, los cabecitas negras, los planeros, los “kukas”. [...] La exclusión del otro, del pobre, del distinto, propiciado por actores e instituciones que atraviesan distintas clases sociales, articula políticamente a sectores que se unifican detrás de políticas de segregación. Por eso no es extraño ver a personas de distintas clases sociales manifestarse junto con las élites que promueven la subalternización de los sectores del pueblo-pobre (VICTOR TARICCO Y EZEQUIEL IPAR, 2019).
Volvemos a repetir la historia cada vez que se enfrentan los pensamientos de derecha con aquellos más progresistas, y no podemos echarle la culpa a quienes desean pertenecer a una clase social más alta o desean acceder a mejores oportunidades, porque la responsabilidad siempre va a ser de aquellos que tienen el control, de aquellos que saben que pueden manipularnos y dejarnos sin recursos.
Pero la pregunta más fundamental, en mi opinión, es: ¿porqué funcionan los discursos de odio?
Los discursos de odio suelen apelar a la identidad y la pertenencia a un grupo. Al hacer que las personas se sientan parte de un "nosotros" contra un "ellos", pueden generar un sentido de solidaridad y comunidad entre quienes comparten esas opiniones. También pueden ofrecer a algunas personas una explicación simplista y falsa de sus problemas y preocupaciones, culpando a grupos específicos por sus dificultades en lugar de abordar las complejidades reales de los problemas sociales y políticos. Esto puede proporcionar una sensación de alivio o empoderamiento a quienes se sienten marginados o frustrados, aunque sea temporalmente y a costa de demonizar a otros grupos.
El INADI llevó a cabo una investigación que plantea la necesidad de reconocer y enfrentar el discurso de odio como una forma de discriminación que socava los derechos humanos y la convivencia pacífica en la sociedad, abogando por medidas integrales para prevenir y combatir este fenómeno.
Los discursos de odio afectan a nuestro país debido a una combinación de factores sociales, políticos y culturales. Algunas razones por las cuales pueden tener efecto:
Desigualdad y tensiones sociales: La desigualdad económica, racial, étnica y de género puede generar resentimiento y frustración entre diferentes grupos de la sociedad. Los discursos de odio a menudo explotan estas tensiones y ofrecen chivos expiatorios para culpar de los problemas sociales.
Historia de conflictos y divisiones: Argentina tiene una historia marcada por conflictos sociales y políticos, que han dejado divisiones profundas en la sociedad. Los discursos de odio pueden aprovechar estas divisiones preexistentes y avivar sentimientos de resentimiento y animosidad hacia ciertos grupos.
Política polarizada: La polarización política puede alimentar discursos de odio, ya que algunos líderes políticos y grupos de interés pueden utilizar la retórica divisiva para movilizar a sus seguidores y demonizar a sus oponentes.
Medios de comunicación sensacionalistas: Los medios de comunicación, especialmente aquellos que buscan audiencias grandes y sensacionalistas, pueden contribuir a la difusión del discurso de odio al proporcionar una plataforma para mensajes extremistas y polarizadores.
Falta de educación y conciencia: La falta de educación sobre diversidad, derechos humanos y tolerancia puede dejar a las personas más susceptibles a creer y propagar discursos de odio, ya que pueden carecer de las herramientas para cuestionar y resistir tales mensajes.
Situaciones de crisis: En momentos de crisis económicas, políticas o sociales, las personas pueden volverse más receptivas a los discursos que ofrecen explicaciones simples y soluciones radicales a problemas complejos.
En conjunto, estos factores pueden crear un caldo de cultivo para que los discursos de odio prosperen en Argentina y en otros lugares, lo que subraya la importancia de abordar estas cuestiones con medidas educativas, legislativas y sociales.
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