En Wag the dog*, un cínico pero brillante productor de cine interpretado por Dustin Hoffman crea una guerra artificial para desviar la atención pública al escándalo que vive el presidente luego de que salieran a la luz insinuaciones que hizo sobre una menor. La premisa es clara. Utilizar los medios de comunicación para manipular a las personas. Es ficción, pero algo nos deja en claro del mundo en que vivimos: el relato tiene una importancia extraordinaria.
Más allá de posicionamientos ideológicos o posturas en relación a la guerra en sí que se desata en Ucrania, la entrevista de Tucker Carlson volvió a mostrar, una vez más, que las guerras no solo se pelean en el campo de batalla. Hace rato que existe otro lugar donde se lucha. Lugar que ha existido siempre, pero que junto al desarrollo tecnológico se ha complejizado hasta poner en jaqué posicionamientos morales dentro del mismo periodismo.
No pretendemos discutir acerca de lo dicho en la entrevista que terminó siendo un espacio para el mandatario ruso de expresarse para el mundo occidental. Lo importante es entender que Carlson la realizó por interés y Putin la aceptó por otro (quizá por eso mismo consideró que el entrevistador no fue incisivo como él se lo esperaba) . El desarrollo del oficio periodístico como valor en sí mismo ni siquiera es interesante ponerlo en tela de juicio. Esas valoraciones morales se las dejamos a periodistas de poca monta que se ofuscan porque de repente alguien les dio voz a gente que según ellos no se lo merece, o peor aún, que hay que ocultar. Aquí, de nuevo, no hay moral, hay intereses.
Putin fue claro. Repitió extraordinariamente el relato que desde hace tiempo impulsa Rusia (Incluso mostró la diferencia que existe en Rusia en cómo entender la 2da guerra mundial). Y lo hizo por un motivo vivo: mostrarse humano frente a un público al que se le viene diciendo hace casi dos años que él es el máximo responsable de la guerra. Que él es el malo. Y lo hizo con un periodista de la derecha norteamericana. Carlson, por su parte, tiene otro propósito: criticar a la actual administración de Estados Unidos en un año electoral. Poca cosa. Todos ganan, se podría decir.
Queda claro que la narrativa es tan fundamental como la acción en sí misma. Estamos ante un mundo que se polariza cada vez más y poco lugar queda para narrativas que no se ajustan a nuestra realidad. Y esa realidad ya está condicionada con otros relatos que muchas veces siguen una misma línea. Ahí se juega este partido que encuentra, llamativamente a primera mano, pero de manera nítida cuando se analiza a dos personajes que poco parecen tener que ver entre sí, pero que abogan por instalar un discurso a fin a sus intereses.
La importancia de entender esto se hace cada vez más necesaria en este mundo donde la información parece estar al alcance de la mano, pero que se inscribe casi exclusivamente a intereses particulares. El posicionamiento moral será insuficiente para responder a las genuinas preocupaciones por entender el mundo en el que vivimos si no se tiene en cuenta lo que subyace detrás de la maquinaria comunicativa de turno.
*Wag the dog (Mentiras que matan en Argentina) es una película 1997 dirigida por Barry Levinson.
*No hay que olvidarse que Tucker Carlson apoya abiertamente a Donald Trump.
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