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    La gran ley de la alternancia

    Abr 4, 2024

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    La gran ley de la alternancia
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    El sol entra por la ventana y caliente el aire, aunque haga mucho frio. Hace un año y un par de meses que me mude. Todavía hay un ruido que no sé de dónde viene, pero si no suena me asusta. Es como si se desprendiera algo, es cortito y fuerte. Quizás son los pedazos de mí que van quedando atrás, a medida que avanzo en una ciudad que no es donde nací. Estoy tan a gusto acá, me siento tan cómoda en mi nuevo hogar que el disfrute se me escurre entre los dedos. Algo que diría mi papá - lo que no cuesta, no vale - Como si tuvieras obligatoriamente que pasar por el sufrimiento para poder valorar la paz. ¿El ying y el yang?

    Hace poco termine de leer Yoga de Emmanuel Carrère; no es un libro sobre yoga, te avisa la contratapa. Sin embargo, el libro es una especie de meditación. Escuchar sus pensamientos mientras lees, para una neurótica como yo, funciona exactamente como meditar. Él está en proceso de salir de una depresión muy fuerte y entre idas y vueltas con sus altibajos, escribe lo siguiente:

    "La única cosa que no cambiará nunca es que todo cambia continuamente. Es lo que dicen el I Ching y todo el pensamiento chino. Los chinos no son los únicos que lo dicen: Platón también, en el Fedón, y el Eclesiastés: un tiempo para vivir, un tiempo para morir, un tiempo para amar, un tiempo para odiar..., y el simple sentido común: después de la tempestad viene la calma. Solo que los chinos lo han comprendido mejor que los demás. Es la esencia de su pensamiento, esa gran ley de la alternancia que dice que todos los fenómenos de la vida van en parejas y se engendran recíprocamente: noche y día, tormenta y mar en calma, lleno y vacío, alegría y tristeza, apertura y cierre, vida y muerte, más y menos, inspirar y espirar, guerra y paz, dentro y afuera."

    Me pregunto cuándo llegará mi vacío, mi tristeza o mi muerte. Pensar en la ley de la alternancia me reconfortaría si estuviera triste, porque sabría que eventualmente la calma aparecerá, pero si estas en paz ¿no es un poco desesperante? Esto no puede durar para siempre, hay una tormenta que se está acercando, la puedo escuchar. La ansiedad funciona tanto y mejor que leer el futuro.

    Sé que el movimiento es parte de la vida y sé que se me da bien. De hecho, hay un juego que me gusta jugar con las personas que quiero e implica desafiarlos a pensar en un superpoder mundano que tengan. Es decir, un talento que tengan que no los destaque del resto como super humanos pero que sea muy útil. Por ejemplo, el mío es deslizarme entre mucha cantidad de gente sin tocarlos. Obvio que mi contextura física colabora, porque alguien que mide tres metros quizás no podría. Soy menuda y petiza, pero, sobre todo, me adelanto en los movimientos viendo por delante de varias personas. Encuentro los huecos, los anticipo. Es mi juego y mi talento favorito. Pero como todo lo que es bueno pronto se termina, lo hago tan rápido que cuando me quiero acordar ya no hay más gente. Así con todo, me adapto a los cambios y los procesos tan rápido que es como si estuviera viviendo siempre lo mismo. Una línea atemporal. Que las cosas cambian, eso seguro. Pero me anticipe al giro y cuando me quiero acordar ya lo esquive.

    En otras palabras, es una especie de apatía viciosa. Adictiva. Culposa.

    Mimus saturninus

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