Éramos un sueño en primavera,
dos almas bordadas con hilos de sol.
Tu risa era un canto sin sombras,
tus labios, un templo donde oré sin temor...
Pero el viento trajo cuchillos ocultos,
y el tiempo esculpió su sentencia en mi piel.
Un susurro bastó para abrir la tormenta,
un adiós sin llanto, un puñal sin ver...
Te alejaste con pasos de otoño,
como hoja que nunca regresa a su raíz.
No hubo un grito, no hubo un duelo,
solo el eco de un amor que murió sin morir...
Hoy busco tu sombra en ruinas y espejos,
pero el reflejo me devuelve el horror.
El amor que juraste se volvió ceniza,
y en mis manos solo quedan restos de dolor...
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