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    La figura del “trabajador” en el anarcocapitalismo

    May 1, 2024

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    La figura del “trabajador” en el anarcocapitalismo
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    Las 25 horas que duró la sesión por el tratamiento de la Ley Bases en la Cámara de Diputados tuvo prolongadas exposiciones de los legisladores y las legisladoras en donde se hizo hincapié en los perjuicios que esta normativa representaba hacia los y las trabajadores y trabajadoras. Una figura política que hoy es demasiado más amplia que en las concepciones de los discursos que la política implementa para seducir votantes.

    Por trabajador, estadísticamente, se entiende a las personas dentro de la Población Económicamente Activa, quienes están hoy realizando tareas laborales con cualquier grado de formalidad, es decir, en relación de dependencia o sin ella. Las últimas estadísticas abarcan a estas en un grupo comprendido por más de 19 millones de personas. Otras dos están actualmente desocupadas.

    En ese amplio y basto grupo se encuentra esa angular diferenciación: si se es o no autónomo. Si es o no independiente de una persona que contrata los servicios laborales de uno bajo la órbita de una empresa, compañía, razón social, y registra a ese empleado en los canales oficiales que el Estado tiene para regular la actividad laboral.

    El resto tributa como independiente, sin ese amparo legal que ofrecen las estructuras sindicales que protegen a los empleados de abusos y despidos injustificados, luchan por mejoras salariales y más aún por mejores condiciones en el ámbito laboral, las que bienvenidas sean. Pero principalmente, dan un reconocimiento en el resto de la sociedad que los titula como “trabajadores” o “laburadores”, figura que históricamente tiene un peso específico en nuestro país, y también en el mundo, con las luchas obreras que marcaron importantes sucesos a lo largo del siglo XX.

    Al día de hoy, se impone esa figura anacrónica en un mundo donde las condiciones han cambiado rotundamente, y el eje de la cuestión no parece querer orientarse hacia la cuestión de los derechos laborales o no, cuando en realidad hay un amplio espectro de trabajadores que se encuentran desamparados sin representación política referida a sus condiciones como persona que realiza una actividad laboral a cambio de una retribución económica para solventar su vida en el mundo capitalista.

    Y desde este punto podemos evaluar o no la eficiencia de las movilizaciones convocadas por las centrales de trabajadores, una histórica institución que aún continúa moviendo los hilos de ciertas políticas públicas y direcciones del poder pero que su identificación para con el resto de los laburantes fuera de los sindicatos es escueta y hasta nula.

    El trabajador sindicalizado goza de beneficios históricos producto de luchas que se dieron en un mundo que ya no existe, la generalización de esa figura no alcanza hoy a ser representar a la inmensidad de los trabajadores a lo largo y ancho del país.

    Desde los profesionales autónomos o que quedan afuera de los acuerdos sindicales por su grado de jerarquía, hasta quienes realizan trabajos precarios muchas veces con una muy baja paga en relación a la cantidad y volumen de trabajo realizado, quedan hoy extremadamente al margen de la discusión sobre si las políticas actuales quitan o no “derechos” a los trabajadores.

    Bien puede aplicarse la frase de Juan Domingo Perón a la etimología del concepto trabajador, cuando impuso su visión alternativa a la bipolaridad soviética – norteamericana con la “clase trabajadora”. Siglo XX, disputa de un sentido que hoy ya no existe. Pero un concepto que aún no se ha alcanzado a abordar por la dirigencia política en la actualidad.  

    Hoy, los trabajadores autónomos, demandan a la vez subas de los límites de facturación por un lado y al mismo tiempo que no suban los montos de las cuotas a pagar. Quienes no llegan a aumentar sus ingresos coinciden en la misma categoría de quienes pueden subir sus aranceles profesionales. A la vez que trabajadores sindicalizados encabezan un reclamo para que no se les restituya el impuesto a las ganancias, el cual fue ideado para quienes poseen mayores ingresos en relación de dependencia.

    Desde allí nacen los múltiples reclamos y demandas de una sociedad que no quiere perder el fruto de su esfuerzo. El objetivo de todos es el mismo, que se pueda garantizar un porvenir.

    Con tantos y distintos puntos de partida se acrecienta la figura del sálvese quien pueda. El filósofo francés Michael Foucault expuso en febrero de 1979 que el objetivo de la política neoliberal es la de generar en el trabajador una empresa individual: la que se gobierne y gestione a sí mismo y sea ella misma quien realice los medios necesarios para su subsistencia.

    Bienvenida sea la lucha contra las formas opresoras de una serie de políticas gubernamentales que vayan en dirección y reducir el poder adquisitivo de quienes trabajan incansablemente para construir su presente y destino, pero en tanto y cuando las mismas figuras de representación no encuentren en ese sentido un abanico más amplio y una cobija para realidades diferentes dentro de los pares, será difícil que logren trascendencia y una posición más allá del debate circunstancial.

     

    Santiago Rios

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