Por lo general, la conciencia de estar siendo felices se nos escapa.
El presente es tan dinámico, tan instantáneo que cuesta comprender aquello que estamos sintiendo.
Quizás por eso sea más frecuente buscar la felicidad en el pasado o proyectarla hacia el futuro.
— Gabriel Rolón, La felicidad.
La felicidad casi nunca se anuncia.
No llega como un acontecimiento,
sino como un instante que parece menor
y sin embargo sostiene el sentido.
No la vemos porque estamos ocupados,
porque el reloj dicta prioridades,
porque la mente corre
hacia lo que todavía falta
o hacia lo que ya se perdió.
Creemos que la felicidad está en otra parte,
en una casa más grande,
en un cuerpo distinto,
en una vida que aún no existe
o en un recuerdo que no volverá.
Pero está acá , en la silla donde nos sentamos, en las palabras que compartimos, en la salud que damos por hecha, en lo que nos rodea, en el simple hecho de abrir los ojos y poder elegir.
La conciencia de ser felices es un músculo que rara vez entrenamos.
A la felicidad preferimos posponerla, seremos felices mañana, cuando todo encaje, cuando tengamos más, cuando duela menos.
Y así se nos va la vida esperando una señal, sin advertir que ya la teníamos enfrente.
No hay revelación, no hay momento exacto.
Solo la urgencia de darnos cuenta de ser felices a tiempo.
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