Qué agónico es esperar el llamado de quien no llama. Es como abrir la puerta constantemente en busca de tu presencia y encontrarse, una y otra vez, con tu ausencia.
Qué agonía es esperar a quien no te esperó. Quizás no sea agonía sino una tontería. El tiempo pasa y cambiamos —para bien o para mal—, y también lo hacen nuestros sentimientos. Lo haremos nosotros. Quizás espero una versión que no esperó, y eso me hunde el alma en el desespero: espero a quien no está, espero a alguien que ya no estará.
Pero, ¿qué más da? Si yo te amé y te amo con el alma, quizás un poquito más. Y por eso mismo me hundo en la agonía de esperar el llamado de alguien que no me llama, no me llamará.
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