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La escritura como don para resistir

Aug 25, 2025

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Me gusta pensar que uno escribe como instinto natural, como una necesidad antes que un deseo. Desde pequeñita escribo, donde encuentre lugar: las paredes, los márgenes de los libros, las libretas viejas, las servilletas o en los tickets.

He llevado con calma y a paso corto esto de escribir. Escribo cuando las palabras las tengo atravesadas en el pecho, cuando se me juntan en la garganta y me dejan casi sin respirar. Escribo por necesidad, para vivir con consciencia de mí misma, para recordarme mi propia historia. A mí, lo de escribir solo me sale, a veces con mucho amor y otras veces con mucho dolor. Llevo diarios, hago páginas matutinas, juego a que tengo algo que decir. Escribo por gusto, cartas larguisímas cuando estoy enamorada y mails eternos cuando extraño a mis amigos. Es tan bonito escribir que nadie debería sentirse incapaz de hacerlo. La escritura en privado es inofensiva, pero es necesario compartir con otros, volver a ser parte de la comunidad. Contar tu historia como un acto de resistencia.

El otro día leía algo que escribió Ashley Frangie en substack, sobre los dones que una tiene y el compromiso de hacerse cargo de ellos. Coincido con ella que la escritura es el don al que más miedo le tengo. Que aunque algunas veces me ha acompañado y otras me ha salvado, nunca le he dedicado el tiempo necesario para escribir con propósito. Mi papá me decía siempre que nada increíble se construía dedicándole solo el tiempo libre, y si bien, mi deseo no es que mi escritura sea increíble, me gustaría que fuera real y valiosa, para mí y para otros.

Me recuerdo la urgencia de empezar a escribir, sin buscar ser la mejor, se trata de conectar, no de producir. Porque el capitalismo nos ha hecho creer que la productividad individual es el camino al éxito. Nos ha hecho competir y hacernos recelosos de nuestros recursos. Pero es importante rescatar que lo bueno se comparte y se expande, el crecimiento debe ser siempre colectivo. El ritmo acelerado de la vida nos impide conectar con nosotros, la escritura propone rescatar esta habilidad, conectar con la consciencia del aquí y el ahora. Recuperar rituales, disfrutar de nuestros dones. La poesía nos permite habitar el tiempo y los detalles, apreciar, contemplar, asombrarnos y agradecer lo cotidiano, bajar el ritmo, cualidades que como sociedad es urgente recuperar.

Por eso, cuando escribo lo mío, lo privado, lo secreto, la idea de compartirlo con otros primero me aterra, pero luego me tranquiliza, porque sé que la experiencia personal puede ser acompañamiento para otros. De lo individual a lo colectivo, me repito. Lo que me ha dolido a mí, le está doliendo a otros. Leerme para alguien puede ser un momento de entendimiento con el exterior, una identificación que genera un sentimiento de ser acompañado; “otros también están pasando por esto”.

Laura Victoria

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