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la dulzura de unos besitos que te recogían la sangre.

sid.

Oct 20, 2025

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la dulzura de unos besitos que te recogían la sangre.
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Cuando las medias blancas se te manchan, de carmesí diluído, el corazón se me agranda como queriendo salirse de mi pecho a querer lamerte las heridas. Hay una analogía distintiva de porqué siempre la lengua se me vuelve adicta al espesor de una sangre que se coagula; y es el instinto de querer probarte enterita, más que sentir la superficialidad de una piel que solo me brinda una carta de bienvenida.

Usualmente, la gente se queda para la primera mordida, algunos para el platillo, y poquísimos para el postre; y mi boca tan sedienta de dulzura, que mordisquea esas frambuesas que me tinturan toda la boca de rojo. Solo, que era tu piel la que mis dientes tajan, y mis uñas se clavan, con la sintonía de una navaja que fue testigo de las perversidades de alguien que se funde en el afán de siempre querer degustar más.

Hay una sensación pregnante en querer dejar marca.

Trazar líneas, abrirte en pedacitos, sentir la densidad de tu carne, conglomerarme en destellos que buscan la sencillez de tu humanidad. Escarbo en tu piel, recordando la vez que mis dientes dejaron sus huellas y te penetraron la piel.

Hay algo significativo en querer dejar una herida, como cuando hacés una obra y la querés firmar, nada más por si acaso, de que por allí la quieran exhibir en otro lado, y a ti te dé recelo, que los demás no sepan que vos hiciste eso. Es lo mismo, que cuando yo, en mi brutalidad, hacía trazos finos con un filo en ángulo de 60°, contra una piel que aspira nerviosismo, pero que no corre de mí. Le dejaba mi inicial, por ahí se acordará de mí cuando se vea la piel, va a tener presente, que la esencia de mi amor desemboca obsesión y trae consigo la sustancia de frutos rojos que te hacen un desastre en el piso si no limpias a tiempo.

“Tenés que limpiar con agua oxigenada, sino, eso nunca va a salir”. En lo cotidiano.

Y yo, luego de mis actos, me arrodillaba sumiso a limpiar cada gotita que se escapó de mi boca. Después del ritual de masacrarte la piel con la dulzura de unos besitos que te recogían la sangre. Yo lo llamo un gesto de amor.


sid.

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