La distancia.

La distancia

Llevo meses ocultando el rincón más profundo de mi alma. En el, duerme un baúl de recuerdos con tu nombre escrito en letra milimétrica: un recordatorio constante.

Aunque las seguidillas resuenan en tus calles, mi corazón late al ritmo de un corazón partido, como buscando sincronizar con un eco lejano. Un consuelo efímero, sin duda.

Es un mecanismo de defensa, un escudo que protege este corazón desubicado. Intento no pensar que el silbido del viento sabe a La Bikina, pero basta con un atardecer solitario para que el viento, caprichoso, me susurre Qué voy a hacer con mi amor, y la realidad me golpee con una crudeza imposible de ignorar. Nos separan kilómetros de distancia y tiempo.

Mis sueños son vuelos directos hacia un abrazo tuyo. Existen más peces en el mar que estrellas en el cielo, y aun así, esa inmensidad es equivalente a los pasos que separan tu mirada de la mía. Mis noches son tus días, y la luna nos observa con ojos diferentes.

Beso el viento, imaginando que es el mismo que acaricia tu piel. Tal vez sea un gesto inútil, pero es mi manera de sostenerte en la ausencia. Entonces, en medio de todo este caos, llega un mensaje tuyo, y en medio de una tormenta torrencial, las gotas caen al ritmo de Somos novios.

Y es ahí donde todo cambia. El tiempo se detiene. La distancia se acorta. Tu voz se convierte en una caricia que atraviesa kilómetros y me envuelve el alma. Abre de par en par ese viejo baúl y me recuerda que todavía tenemos mil aventuras por vivir. Ese instante, tan pequeño y tan eterno, le da sentido a todo: a la espera, al anhelo, incluso al dolor.

Entonces lo comprendo: la distancia no es un castigo, es una promesa en pausa. Es el preludio de nuestro reencuentro. Porque cuando dos almas se reconocen, ni los kilómetros, ni los horarios, ni el silencio pueden separarlas. Solo queda esperar. Esperar en este lugar donde el viento lleva tu nombre.

Y dentro de todo este caos, yo te espero.

-Aleinad-