Querido mundo:
No empezare con “había una vez...”. No empezare como una historia que tiene principio y un final, ni como una obra de fantasía que solo existe en el mundo de nuestro recuerdo. Nada de esto existe en el recuerdo, existe en las tierras minadas del mundo actual, minadas por el pasado que nunca termino hasta el día de hoy...
La segunda guerra mundial termino el 2 de septiembre de 1945. Con un mundo destruido, abrazados de miseria, besados de errores y sonrientes constantes por la muerte. Un amor arrebolado, marcados con rojo indeleble remarcando la agonía del humano. Enmarcados como una magnifica obra de arte, pintados de negro y blanco, la muerte y la esperanza. Como el vapor que sale de la boca de una muchacha, una mañana de invierno. Refregando sus manos para calentarse, esperando en la estación de tren, la esperanza en forma de hombre. Él moviendo su mano desde su frente apuntando al cielo por la costumbre al saludo de su superior. Observando con sus ojos azules, que no significaban tristeza. Con una maleta en mano de cuero negro. El color de las armas con los que había matado la esperanza de hombres, mujeres y niños subiendo al vagón de ganado camino a un infierno ignífugo.
Como un anciano y un niño. Uno con un pasado eterno de contar, con las palabras justas para llegar a relatar sus aventuras por el mundo y definir para él su identidad. Mientras que su casa hablaba a sus espaldas, con sus esculturas de oro y plata, como los enormes monumentos que había sobrevolado y tirado sobre ellos bombas cargadas de “valentía, patria y honor “. También, enormes círculos colgados en las paredes, como enormes monedas de ganancia. Fotos en marcos negros, una milésima de segundo de tiempo viejo. Dos hombres de sonrisa perfecta. Dientes blancos resaltados por su alegría ante la exigüidad del mundo. Abrazados de los hombros posando para la captura del recuerdo futuro. Dos aviones, detrás, listos para la instancia de alzar vuelo y dar forma al recuerdo que tendría el anciano con su camarada. Bombas, destrucción, muerte y sufrimiento, un recuerdo inolvidable. El único que contar y recordar en la tumba de su compañero.
Sostuve el arma y defendí mi patria. Eso es lo que hace un verdadero hombre Le decía el hombre orgulloso_ Mientras el niño jugaba con avión de papel ante su máximo “héroe”. Él con un futuro eterno de contar de su incipiente vida.
Igual que comerse un caramelo dulce para sacar el gusto a la amargura de la astucia de un mago. La magia de los fuegos artificiales de la agonía, expulsados desde lejos para que sus colores se vean desde el otro lado del mundo. Aunque sus mezclas de colores se ven en un marrón espeso cubriendo de sombras enormes las paredes de la habitación, perturbando los sentidos. Ansiando el silencio para poder ponerse el pijama de los sueños, rayas celestes y blancas, en donde todos duermen para que la vida aparezca en la alucinación de los sueños. Para que el miedo se oculte, también, bajo las sábanas de su vulnerabilidad. Jugando en casa a las escondidas con el horror, pero perdiéndose en todas las rondas. Haciendo que el que busca siempre los encuentra. Dejando siempre los cordones bien atados para no caer en la realidad. Pero, un humorista de la vida siempre los desata, dándose un golpe contra el pavimento. Una calle rojiza por una tiza de sangre, marcando una rayuela. 1, 2 ,3, 4. Números en creciente. Un paso, otro paso. Una rayuela de puntos rojos. 1, 2, 3, 4. Cuerpos dormidos en el descanso de la vida, en un carro, llevados por muertos vivientes cansados de vivir. Vivir una maldición, la muerte un descanso. Los niños un público ante el espectáculo de un monstruo latente.
Es tan difícil encontrar una pluma que un arma es este mundo. Una expedición constante por encontrar paz de una buena vez, pero no somos conscientes de que mientras la buscamos ponemos bombas sobre nuestros pies. Tomamos un veneno permanente con una venda de ignorancia. La rendición es lo más valiente que podemos hacer. Conquistar kilómetros de rocas y agua se volvió el juego más divertido de la humanidad, un mundo incomodo por estar bien.
Esperemos algún día decir “había una vez...”
De: seres humanos.
Para: seres humanos.
Posdata: La muerte es lo más profundo de la oscuridad, la incertidumbre, el horror, una desolación infinita. Pero la vida, el vivir y existir es el horror más grande, los seres viven y habitan. Pueden sentir, hacer, destruir. Haciendo que sean la criatura más horripilante y peligrosa de cualquier otra realidad.
La muerte puede parecer el horror mismo, pero no hay nada allí que puedas temer. Nadie allí vive, solo la incertidumbre y la desolación. Pero la vida es la mayor consternación, los que vivimos tenemos el existir y solo con ello podemos destruir.
Disfrutemos, pero temamos de lo que se llama vida.
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