Las noches de domingo son nostálgicas por naturaleza, nos sacuden con los recuerdos de nuestras versiones pasadas y lo que ya no es.
Hoy siento un vacío tan enorme que me duele el pecho, como si me estuvieran arrancando una parte del corazón y no fuera a volver nunca más. Es ansiedad, me digo a mí misma, nada nuevo. Pero es otra cosa también, es vacío de todas las personas que dejé en el camino.
Estoy llena del impulso de reconectar, me persiguen los fantasmas de las navidades pasadas. Quiero desbloquear el teléfono solo para escribirle a las personas que quise, muchísimo o poco y con un "hola, cómo estás?" tirar por la borda todo el trabajo que hice para dejar ir lo que ya no funcionaba.
Me invaden el dolor, la angustia y también el silencio ensordecedor que me envuelve cuando miro a mi alrededor y cada vez hay menos lugares a los que elijo volver.
Amar es aceptar el dolor, no vienen uno sin el otro. El dolor del desamor, de la pérdida de eso que alguna vez nos fue tan cercano y preciado pero que ahora se cristaliza en dos extraños que viven vidas que no se van a volver a tocar.
Tal vez mis ganas tan profundas de cambiar de lugar, de vida y de sentido tiene que ver con poder llenar de alguna forma el vacío. Con encontrarle el valor a tantas pérdidas elegidas, a tantas versiones de mí abandonadas.
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fernanda
Siempre escribí por múltiples razones. Recién ahora escribo para mí. A veces hablo yo, a veces lo hace mi ansiedad.
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