En una época lejana, cuando los caballeros vestían armaduras y los dragones dormían en montañas de oro, existió una pequeña ciudad conocida como “el reino de la Dama”, que estaba construido a los pies de la más alta montaña en la que vivía “la Dama de la Nieve”
Los ancianos del reino, contaban la leyenda de que la Dama envejecía en verano, refugiándose en su montaña, y se recuperaba justo en invierno para bañar las calles y las casas con nieve y disfrutar de ver a los niños jugando o haciendo muñecos de nieve.
En una pequeña cabaña, cerca del bosque que rodeaba la montaña, vivían Elsa y Ana. Elsa, la hermana mayor, era servicial y ordenada, mientras que Ana, la hermana menor, era tan perezosa que ni siquiera lavaba su taza luego de la chocolatada.
-¿Para qué la voy a lavar?- decía Ana- Si la dejo y se lava sola.
-Eso es porque la lavo yo- solía quejarse Elsa.
Un día, mientras tomaban la merienda cerca del bosque, Elsa aprovechó para coser la falda favorita de su hermana. Pero, cuando quiso darle un mordisco a su tostada, se distrajo y un fuerte viento se llevó volando la falda hacia el bosque.
-¡Es mi falda favorita, mas te vale no perderla!- gritó Ana, enojadísima.
Elsa corrió tras la prenda, intentando no perderla de vista, pero siempre que estaba por alcanzarla, esta salía volando, adentrándose cada vez más en el bosque.
Mientras perseguía la falda, Elsa se encontró con una simpática serpiente que vestía una larga peluca roja y un sombrero de copa, y un enorme espejo a su lado.
-Ayudame por favor, jovenzzzita.- dijo la serpiente, muy angustiada- Tengo una fiezzzta importante esta noche y quiero ver cómo me queda mi zzzombrero, pero el ezzzpejo ezzztá muy zzzucio, y como vezzz, no tengo manos para limpiarlo. Zzzi me ayudazz, te lo agradezzzeria mucho.
Elsa no dudó en prestar su ayuda a la pobre serpiente y, sacando un trapo de su delantal, limpió el espejo hasta dejarlo reluciente.
-Grazzziazzz, jovenzzita.- dijo la serpiente, contenta de ver cómo le quedaban su peluca y su sombrero- No te molezzzto mazzz.
La hermana mayor se despidió de la serpiente y continuó su camino en busca de la falda que ahora si había perdido de vista. En el camino escuchó a alguien quejándose y decidió ir a ver quién era.
-Hola, señorita- le dijo una gran águila parada en una gruesa rama y sosteniendo una almohada.- Que bueno que apareciste. Se hace tarde y quería preparar mi cama, pero mi almohada pierde muchas plumas y si la sacudo con mis garras la voy a romper.
Elsa agarró la almohada y la sacudió una y otra vez hasta que el suelo se llenó de plumas pero la almohada quedó tan cómoda como una nube.
-Gracias, señorita.- agradeció el águila- Ahora voy a poder descansar bien gracias a ti.
La joven siguió su camino en busca de la falda perdida y, luego de caminar un buen rato, se encontró con una hermosa cabaña de madera con la puerta abierta. Se acercó, curiosa, y luego de golpear la puerta, asomó la cabeza donde se encontró con un arrugada viejecita sentada frente a la chimenea.
-Pasá, querida.- dijo la viejecita, tapada con una frazada hasta la cabeza.- Llegaste justo a tiempo. No te asustes, solo soy una cansada anciana que necesita un poco de ayuda. Veras, mi hogar está un poco desordenado y estoy tan resfriada que ni la sopa pude hacerme. Si fueras tan amable de ayudarme, te agradecería eternamente.
Elsa aceptó amablemente. Le llevó un buen tiempo ordenar el lugar, pero cuando terminó preparó la mas deliciosa sopa que compartió con la anciana frente a la chimenea. Y luego de un rato escuchando las mágicas historias de la viejecita, Elsa se quedó dormida.
Al día siguiente, la joven se despertó al primer canto del gallo madrugador. Pero en lugar de encontrar a una ancianita enferma, se encontró con una hermosa mujer de cabellos tan blancos como su largo vestido.
-Soy la Dama de la Nieve - dijo la mujer- y gracias por ayudarme a mí y a mis amigos. Zizi la serpiente, agradece que hayas limpiado su espejo, que en realidad era el gran lago, y gracias a que lo limpiaste, la vanidosa luna pudo ver su hermoso reflejo. Y Rapaz el águila también está agradecida, ya que su almohada era en realidad la mas esponjosa nube, que sacudiste para que pudiera nevar y todos disfrutaran armando muñecos de nieve. Y por último, yo te estoy eternamente agradecida por cuidarme cuando me sentía enferma y cansada. Me ayudaste a recuperarme para poder darle la bienvenida al invierno a tiempo. Y hablando de tiempo, creo que ya es hora de que vuelvas a tu casa, seguro están preocupados por vos.
La dama abrió un portal para que Elsa volviera a su hogar, pero no sin antes darla la falda de su hermana, una caja llena de los chocolates más ricos del mundo y un hermoso peine de oro con decoraciones de rubí que siempre que lo usara le dejaría el cabello brillante y sedoso.
Cuando Elsa cruzó el portal, corrió a contarles a su padre y a su hermana todas las aventuras que había tenido y como conoció a la Dama de la Nieve.
Ana escuchó toda la historia con entusiasmo y, en cuanto su hermana terminó el relato, salió corriendo hacia el bosque en busca de la cabaña de la Dama.
En el camino se cruzó con Zizi, que vestía una peluca rubia, un bombín y el gran espejo sucio, pidiéndole ayuda a Ana.
-No puedo ahora-le dijo Ana- Estoy ocupada. Pedile ayuda a alguien más.
Siguió su camino, dejando atrás a la serpiente. Pero al poco tiempo comenzó a escuchar al águila, quejándose de su almohada.
-Alguien más la va a ayudar- pensó Ana- Se hace tarde y tengo que encontrar la cabaña.
Luego de caminar un buen rato, encontró la cabaña de la Dama y, sin golpear a la puerta o pedir permiso, entró. Allí encontró a la Dama de la Nieve como una viejecita, sentada frente a la chimenea. Y al igual que a su hermana, le pidió a Ana que la ayudara. La hermana menor no dudo en hacerlo cuando recordó los deliciosos bombones y el hermoso peine que se ganó su hermana.
Comenzó con la sopa, que la hizo a las apuradas quedándole aguada y salada. Luego se dispuso a ordenar, pero se aburrió al poco tiempo y se quedó dormida en la cama de la Dama.
A la mañana siguiente, antes de que el gallo madrugador cantara, la Dama de la Nieve despertó a Ana con el portal ya abierto para devolver a la niña a su casa.
-Creo que ya es hora de que vuelvas a tu casa- le dijo la Dama, enojada- Y te regalo esto, un pequeño presente que representa la ayuda que nos diste.
Ana agarró el regalo y pasó por el portal volviendo a su casa. Una vez en su hogar, vio que su regalo era un hermoso broche de oro para el pelo con pequeñas gemas verdes. Feliz de recibir una recompensa tan hermosa como el peine de su hermana, se lo puso y, en cuanto el broche se cerró, el pelo de Ana comenzó a enredarse y ensuciarse. Durante muchos años no pudo sacarse el broche viviendo con el pelo enmarañado y oloroso hasta que un día se animó a raparse.
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