Me voy a referir a este artículo, en defensa de la cultura y del criterio que debería tener una persona de alto cargo antes de actuar, en vez de limitarse a formalismos burocráticos.
Mi pregunta para Eva Orúe sería: ¿era necesaria esa actitud con la revista? ¿no era mejor evitar la humillación en ese momento, esperar a que termine la feria, citarlos a una reunión, escuchar sus puntos de vista, sugerirles el uso del ISSN para próximas ediciones? (u otras tantas maneras de saber manejar este tipo de situaciones a través de la conversación y los acuerdos) ¿una revista cultural vale por su contenido y trayectoria o sólo por un simple código de barras?
He trabajado para el Estado en un país latinoamericano y conforme pasan los años los funcionarios podemos llegar a enfrascarnos en trámites y en pedir el papelito que falta, en ceñirnos estrictamente al cumplimiento de un reglamento, de una directiva, de una ley. Y así, en cuestión de minutos, queda nublado el criterio, queda cancelado el aporte, queda desplazado el valor cultural.
Llevo varios años leyendo Jot Down y, de verdad, los invito a hacerlo también. Una revista de las que ya casi no existen porque quizá fueron reemplazados por videos de Tiktok o por reels de Instagram; un medio que prioriza la palabra escrita, así como los que actualmente usamos quaderno para eso: alzar la voz mediante la escritura y ser leídos.

Una librera
El fin del mundo ya ha durado mucho/ y todo empeora/ pero no se acaba/ - José Emilio Pacheco.
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