Le pido a las piedras que oren por ti
le digo al oido a los peces no te falte el agua
le imploro al cielo que nunca te deje de mirar
de cuidar...
a el le pregunto de ti, le cuestiono, le regaño
pues el cielo, las piedras y el agua
son testigos de mi casi especial miseria.
A esos tres les entregue mi buen humor
mi pasion carnal y mis erecciones
mi detallismo desinteresado
y para colmo
les entregue tus ojos y el olor de tu perfume.
Les di todo de ti
pues no merezco nada
nada mas que la culpa
culpa de perder tus ojos, tu olor.
Esa culpa se hizo protagonista, se ha quedado y se ha instalado
se instalo en el pecho, justo detras de mi pulmon inquierdo
y alli
¡hasta un tocadiscos tiene!
se burla de mi
se aparece cuando amo
se aparece cuando abrazo
me mira a los ojos y me besa de tal forma que me derrito en ella.
Y etonces
despues amar, despues de abrazar, despues de mirarme a los ojos
me mete la cabeza en el agua
y me enseña
que los peces son sordos
el cielo es ciego
y las piedras no saben hablar.
Mi culpa no se va
es el reflejo del cuarto oscuro, iluminado por velas
de la quebrada vieja donde ya no hay peces
de las piedras coloradas que me miran vivir.
La culpa habita en mi pulmon izquierdo
y con el humo del tabaco la intento desalojar.
La culpa se instalo en mi pulmon izquierdo
¡y hasta tiene un tocadiscos!
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