Dueña de ciudades mil,
malvada y escondida,
sonrisa pintada,
al final del túnel,
mis amistades animadas,
a secarse en tu ausencia.
Sutil desenfreno,
victima del caer,
no dudas en ser
la obligatoria pena
para quien cree.
Para aquellos que no entienden,
en un mismo río,
el pez nace y muere,
no por eso llora.
Amiga mía,
los colores solos no existen.
Como el momento,
el diablo viste de fiesta,
donde creíste ver un ángel,
hay siete más.
Resérvese para aquel
mirando el cielo expectante,
de encontrarla cantando,
con su mejor gala,
colmando corazones,
idealizando absurdos,
rotos, alimentando,
ojos de valientes,
dolor de perdidos.
Para aquellos que no entienden,
solo hambre
idiotas del poder,
violando virginidades,
sedientas de oro,
cortando entrañas
de tan solo una mariposa,
quieta en su lugar,
cautivando eterna
juventud, amiga mía,
mi eterna sombra,
reptando en pena,
te maldigo, no,
estás cuando caigo.
Ni aunque se pudra mi gobierno,
hoy vendrás a abrazarme,
tan sutil
como un hijo aceptando
la muerte de su madre,
en brazos dejando
tanta orfandad
en guerra con aquellos
que no entienden.
Cada cual ciego
en mar de estacas.
Y vos, avara,
por montañas volando,
en agua furtiva,
ciudad escondida,
como adolescente riendo,
apretas y aflojas
nuestro corazón,
tiñendo de azul
nuestra memoria,
sutil
como la caricia final
de la arena
al mar.
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