Tanto hay de mí, y tan poco que pueda mostrar, ¿cuándo será suficiente o cuándo será muy poco? Al final, yo soy la juez, soy mi representante y el acusado; soy todos ellos dentro de mi gran discusión, con palabras y términos que ni yo misma puedo entender, exigiendo explicaciones juradas ante lo más alto, que diré la verdad y solo la verdad, pero la mentira me calma. Aquel juez que me mira, me mira y juzga, sabe cuando me cubro en la calma y calidez de ella, y al mismo tiempo, sabe que ello ya es suficiente castigo para el acusado cuyo representante se rindió ante el juzgado que ya decidió su cadena perpetua.
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