En mis meses de instrospección hay una variable común para salvar vínculos: la humillación.
Martina Elisabeth, mi niña de toda le alma. No puedo permitir perderte. Y si ya lo hice, cada obra, cada escrito, cada clima van a tener tu cercanía. Te siento en todos lados. Necesito hablarte, mirarte a los ojos, necesito llorarte, necesito hacerte saber que quiero que vivamos una vida hermosa.
Entiendo tanto que no quieras saber nada de eso. Pero sos uno de mis gran amores y creo que hasta que decida la fecha de mi muerte, voy a recordar tus ojos azules como la unica esperanza que quedaba en el munto. He llegado a llorar del amor que te tengo. Nunca ha disminuío. Todo mo que he dicho y diré es mi subjetividad. No pretendo respuesta. Está bien qur me mantengas a la distancia. Amo que te ames y amo que te brilles. Hay algo tan real que se activa cuando te veo. Yo necesito vomitar todo este amor porque me tiene colgada de una soga. Lo persones no alcanzan, pero yo siempre voy anhelar un café con vos. Una última vez más. Fuiste y sos mi faro durante mucho tiempo. Y sos mi modelo académica. Martina, sos el amor de mi vida y gracias por darme la chance de sentirte y sentirme objeto de tu amor. Ojalá en otra vida las cosas sean más fáciles. Me encantaría compartir mis años con vos. Me encantaría sanar, hablar, no dejar nada bajo la almohada. No quiero perderte. Y si ya lo hice, gracias por hacerme sentir merecedora de cosas buenas. Siempre estaré con los brazos abiertos y un llanto al verte. Mis puertas están abiertas.
No respondas si no querés. Este amor no se borra.
Te amo, te amé y te amaré.
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