Existe una ciudad muy cerca del río Uruguay que, a pesar del agua y el verde de sus inmensos parques naturales y sus calles asimétricas, es completamente cuadrada.
A la ciudad no se accede de forma fácil ni tampoco segura. Para llegar, primero hay que atravesar 50km de una ruta infinitamente recta y descuidada. El asfalto, todo roto, haría pensar que por ahí los autos andan con cuidado, pero de más está decir que poco se sabe de tomar precaución. Los accidentes en el acceso son tan frecuentes que ya nadie se espanta; es, como se dice, cosa de todos los días.
Las casas son en su mayoría idénticas: grandes cajas con ventanas, cuya única diferencia radica en el tipo de plantas que su dueño decide poner en la vereda. Incluso las casas más nuevas y las que están en construcción, a pesar de intentar proponer un cierto estilo arquitectónico moderno, terminan siendo cuadradas también: una gran masa de cubos color gris y blanco desgastados. No es que sea algo planificado, estético o funcional, simplemente es el reflejo de una ciudad cuadrada.
Y no solo las casas. Las iglesias y las escuelas son especialmente cuadradas: enormes muros macizos erguidos donde se reúnen personas igual de cuadradas. Toda esa gente yendo y viniendo de un cuadrado a otro. Viviendo vidas cuadradas, creando gente cuadrada, ignorando que todo eso sea tan rígido y, ante todo, negando cualquier otra forma que intentase transgredir tanta cuadradez.
Si te gustó este post, considera invitarle un cafecito al escritor
Comprar un cafecitoRecomendados
Empieza a escribir hoy en quaderno
Valoramos la calidad, la autenticidad y la diversidad de voces.
Comentarios
No hay comentarios todavía, sé el primero!
Debes iniciar sesión para comentar
Iniciar sesión