Una chica rota que teme a su propia sombra —y no la puedo ni ver— deja pétalos de rosas para no perderse en la ilusión de su mente. Se siente vacía, sola, triste, pero levemente. Cada mañana se despierta y se dice al espejo: "Quiero ser más fuerte"; lucha con un miedo constante que se le presenta de frente, sin poder escapar ni un día más de su fragmentada mente.
Desesperada, buscando una salida, se encuentra con su yo de niña, que le susurra: "Sigue adelante, que eres fuerte". Esta historia se repite a diario; no es un relato de terror, sino la realidad que vive una chica de 16 o 20. Ya no recuerdo su rostro, su cuerpo, su esencia: todo ello desapareció sin dejar rastro un día de septiembre.
Loco por encontrarla, hice lo posible por traerla de vuelta. Hasta que entendí: llevo un día sin tomar la pastilla que me mantiene lúcido 24/7. Una historia contada a medias, por el olvido de una pastilla que me toca a las 7.
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