Sostiene tieso el vacío lento
en sus brazos sin miramiento,
enhiesto el roble funesto
que entre sus manos descorcha el talento.
Vacía base la piedad sincera,
la horrible tristeza, esa pérfida ramera.
Desquita con la algarabía
todos los posibles retazos,
rechazos, atravesando la vida.
Engaña la máscara con vientos leves,
historias breves y sin contar,
mientras las brisas del huracán
golpean el cristal.
Ahora trama la historia en corriente bella,
hacia una estrella sin nombre ni lucro,
ahora cuida otros jardines ella,
que transforman su bondad en centella.
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