Cinco segundos de inhalación.
Uno, dos, tres, cuatro, cinco.
Recuerdo una lejana enseñanza:
Cómo mantenerme viva.
Diez segundos de exhalación.
¿Cómo no vi la furia de Eolo,
Hijo de Poseidón,
Abalanzándose sobre mí?
Uno, dos, tres, cuatro, cinco.
Sea cual sea el trayecto de mi visión,
Solo encuentro destrucción,
Y mi alma se ahoga en impotencia.
Doce segundos de exhalación.
Veo múltiples ojos llenos de lágrimas,
Escucho gritos de ayuda
Silenciados por los agónicos vientos
Que destierran la seguridad
Que alguna vez habitaron.
Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis.
¿Por qué yo?
¿Por qué ellos?
Mi voz sale con desesperación
En medio de la silente tranquilidad
Que reina en los 30 km que me rodean.
Pero mi calma no permanece,
Y ya no recuerdo
El ritmo natural de mi respiración.
Uno, dos.
Lo siento aproximarse:
Esa ponzoñosa brisa
Convertida en ráfaga de viento,
Trayendo consigo el hedor a destrucción
Que no pude detener.
Un segundo de exhalación.
…
Uno, dos, tres, cuatro, cinco.
Ya no es mi respiración,
Es la de ellos.
Diez segundos de exhalación.
Balsámico sacrificio
Para un alma condenada
A la catastrófica fatalidad del altruismo.
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