El aroma del pelo, la suavidad y la electricidad que me generan las caricias de tus manos.
La profundidad de tu mirada y el sabor de tus labios;
La transparencia de tus ojos y el gusto de tu boca.
Tu desnudez y tu deseo, tus necesidades y tu alma.
La manera en que me miras, y sobretodo, la complicidad, esa que logramos juntos.
Como un Dios mitológico, si tuviera el poder de materializar en objetos aquellas cualidades tuyas, como si lo nombrado fuera tangible, como si una sensación haría ruido al caer o un recuerdo entraría en un bolsillo.
Materializo mis recuerdos tuyos, como si fueran dados, cositas, con peso propio, algunas más chicas que otras, de forma irregular, algunas con puntas afiladas, otras redondeadas. Guardo todo en una caja; desordenado, para, a medida que quiera, pueda recuperarlo a cada segundo, cada vez que lo necesito, cada vez que me hagas falta. Guardo esa caja en el corazón de mí corazón.
La escondo para que nadie la vea, la resguardo de miradas ajenas, me vuelvo egoísta y no lo comparto con nadie. Te busco en mí.
Sigo recordando escenas imborrables, no comprendo si fueron reales o producto de mí imaginación…
¿Por qué sentías eso por mí?
¿Qué es lo que te di para que me embriagues así?
Sigo observando tu belleza y estás más linda que ayer… otros objetos van a la caja, siguen asaltando de la nada momentos compartidos, se me desvanece el corazón cuando no encuentro tus ojos mirándome.
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