PARTE 1
Palmas, zapateo, castañuelas y un cajón retumbaban en las paredes del patio, en un viejo pulmón de manzana. Entre las palmas, una voz dulce con pulso de amor, vida y muerte, se escuchaba desde la vereda.
Antes de tocar la puerta para entrar, me quedé disfrutando de aquel flamenco. Solo al oírlo, me tranquilizaba, sabiendo que hacía once años no veía a mi familia. Hasta que, sin esperarlo, abrió la puerta aquel hombre de facciones anchas y bajo de estatura, el hermano menor de mi padre. Lo recuerdo con cejas anchas y negras un poco desprolijas, ahora ya blancas por el paso del tiempo.
- ¡Por el amor de todos mis santos! - Exclamó Cappi. - ¿Danior, sos vos?
La mueca de la sonrisa en mi cara afirmaba su pregunta, y respondí:
- El favorito de mis tíos. Por favor, llámame Dante.
- Está bien, pero entre nosotros, sabes cómo es el abuelo y tu padre con las tradiciones y sus legados. ¡Adelante! -
Al pasar por debajo del marco de la puerta, me anunció Cappi con el resto de la familia. Nadie me esperaba, era solo la costumbre de juntarse todos para almorzar los domingos.
Lo primero que pude percibir fue el aroma al guiso de menudos. En la cocina, mis tías, entrelazando sus brazos por encima de una gran olla de aluminio, condimentaban y revolvían aquel guisado.
- ¡Danior, cuánto tiempo! - Exclamó Naima, hermana mayor de mi madre. - Estás crecido, ya eres un hombre completo. Hasta barba te ah salido.- Agarrandome la cara, como comprobando si era yo. - Y al patrecer algunas cicatrices tambien...-
- ¿Te has casado?... Pero cuenta, ¿Que ah sido de ti? - Continuó Vadoma. Mi tía Vadoma, siempre tan curiosa.
- ¡Tía querida! - Con un abrazo y beso en la frente para cada una, evadí sus preguntas.
- ¡Ve al patio, donde están tus tíos y tus primos que no lo vanm a poder creer - ¡Valentina, pon un plato más para tu primo! - Agregó despues.
En el patio de la casa se encontraban mis dos primos queridos, Kavi y Chal, gemelos idénticos de 25 años, solo tres años más chicos que yo.
No dejaban de aplaudir al compás del cajón peruano, golpeado por mi otro tío, Brishen, padre de Kavi y Chal. Para mi sorpresa, a pesar de reconocerme, en vez de frenar para poder abrazarnos luego de tanto tiempo sin vernos, comenzaron a aplaudir con más alegría y con una sonrisa enorme en la cara. Y en el medio, con sus castañuelas, estaba Zaira. Solo pude admirarla para no interrumpir saludando uno por uno. Quería verla bailar.
Hasta que nadie más cantó, pero la percusión siguió sonando, querían que yo siguiera cantando.
De la última vez pasó mucho tiempo, pero al ver que Zaira esperaba mi voz para seguir con su baile, algo en mí me obligó a cantar. Y canté.
Mientras buscaba esas notas que había dejado escondidas en alguna parte de mi cabeza, mi corazón las encontraba y se conectaban de manera perfecta con aquellas castañuelas y el fuerte zapateo de sus tacones contra el piso. Fue como hacer el amor.
Hasta que se escuchó:
- ¡Olé! - Se formó el silencio, y detrás mío, mi viudo padre y mi viudo abuelo.
El viento trajo lo que algún día se llevó - Dijo mi abuelo Jairo, reposando en su bastón de vetas marcadas, al igual que las arrugas de sus manos, por el paso del tiempo.
Al igual que a mi padre, no salieron palabras de mi boca. Me acerqué y los abracé, sintiendo en mi pecho los dijes de sus santos en las cadenas cadenas.
- Yair, venga a sentarse por que está servida la comida! - Llamaba mi tía Vadoma a mi padre, entra las rejas asomándose por la ventana de la cocina, con la complicidad de hermanos que siempre tuvieron.
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