Soy de los que a veces (hoy en día con mucha menos frecuencia) se dejan llevar por la imaginación y se ponen a inventar historias a una velocidad considerable, lo cual hace que el desenvolvimiento de esos relatos sea muy precario, pero que su núcleo sea lo más sólido. Una de ellas consistía en una pareja de adictos a los estupefacientes que deambula en la inopia y va tentando a la suerte con su conducta autodestructiva. Un día ella nunca vuelve a despertar y él se encuentra en el fondo del pozo de la decadencia. Tuvo la fortuna de que todavía, a diferencia de ella, había alguna persona que se preocupaba por su paupérrima situación. Finalmente, luego de una terapia abstencionista y un proceso de cambio y autodescubrimiento deja el consumo, solo para percatarse, en una reunión festiva, que solo uno de sus incontables problemas fue resuelto, ahora entendía por que sucumbió a los estupefacientes en primer lugar: se descubrió como un incapaz para la vida, nada de lo que ocurría a su alrededor era comprendido por él y el vacío lo invadía sin piedad. La cosa fue catastrófica para su ánimo y se derrumbó con mucho mas impulso al consumo, mientras se deshacía en lamento y abatimiento por la pérdida de su amada. Al menos con ella no estaba solo y acabado en el mundo como ahora. La historia terminaría con él luego de largarse de lleno a la droga llegando finalmente a su muerte. Dos repartidores adolescentes se encuentran con su cuerpo (el cual yace en unas ruinas al costado de una carretera) y se sacan una foto a modo de chiste.
La cuestión de la historia es el engaño que se esconde cuando, en apariencia, tenemos solo un “temita” que no nos permite enderezar nuestros caminos. Hay un caudal de asuntos y problemas que nos llevaron a ese “temita”, a veces incontables, a veces sin solución. Esa conducta en realidad actúa como un dique que contiene el monumental lago de conflictos que nos aquejan, un dique que por lo general no nos lleva a buen puerto, pero sin él, la mayoría de las veces quedan dos opciones: o volver a construir el dique autodestructivo, o que los problemas de base nos corroan hasta claudicar. La autentica base de la ruina.
También está la opción de arreglar los conflictos de base, pero es el camino minoritario por excelencia.
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