La bailarina y el cucú

La cajita musical perteneció a la hermosa Felicia, hija de un terrateniente muy respetado, y fue un obsequio de un amor no correspondido, cuyo nombre se desconoce pero habría sido el criador de caballos de su acaudalada familia. Ella, en cambio, y a modo de broma, le obsequió un reloj cucú, sin imaginar que el joven trabajador sería acusado por su empleador de haber sustraído aquel objeto de la propiedad. Oficiales de policía irrumpieron en su humilde cuarto y lo redujeron a golpes sin mediar palabras; pocos días después fallecería en un calabozo como consecuencia del maltrato recibido. La dama decidió guardar silencio por temor, y al enterarse del terrible destino de su amado, se abrió las venas para liberarse de la culpa que le roía el alma poco a poco.

Cuando adquirí el reloj cucú en una feria, me aseguraron que no funcionaba y que no tenía arreglo, pero de alguna manera, cada noche, el pajarito autómata se las ingenia para saludar a la bailarina despintada de la cajita musical.