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    La anécdota de Rulo

    Matías

    Aug 28, 2024

    91
    La anécdota de Rulo
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    -Che, ¿Por qué no te contás alguna anécdota? Siempre tenés algo interesante para contar.

    -Mirá, si quieren les cuento, así poco me contaron algo que me quedó zumbando en la cabeza, pero les advierto que no es muy linda o feliz que digamos.

    -Te noté un poco distraído, así que contanos, si algo te puede ocupar la mente de esa manera, queremos escuchar, siempre nos escuchas, así que desahogate.

    -Bueno, pero les advertí.

     »¿Se acuerdan de mi amigo "Rulo"? El hippie que le gusta mucho Black Sabbath.

    -Si, el que si pudiera tomaría detergente si supiera que lo hace alucinar

    -Ese mismo. Bueno, hace dos semanas atrás, más o menos, Rulo, me invitó a la casa de un conocido que hacía una joda grandecita. Al anfitrión no lo conocía mucho pero supuse que eran de la onda de Rulo, así que fui, antes que estar en mi casa mirando el techo, preferí ir a drogarme y conocer gente.

     »Llegamos a la casa de aquel muchacho (creo que se llamaba Fernando), y era lo que me suponía, muchas rastas, mucha marihuana, mucho alcohol y buena onda. Con Rulo fuimos a saludar al anfitrión y a presentarme y no paso mucho más que lo usual, seguí a Rulo a saludar a distintas personas, hablamos, compartimos faso y despues de un rato ya perdí a mi compañero y me quedé hablando con dos chicos y una chica sobre la nueva serie del señor de los anillos y los libros de la saga.

     »Después de, supongo, una o dos hora de charla sobre si era necesario que Sam se medio desnudara para darle calor a Frodo, se me acercó Rulo y me dijo "te tengo que presentar a alguien" y en el estado en el que estaba, luego de una ronda de pipas que pondría orgulloso a cualquier indio, acepté sin chistar. Y, luego de pasar por un par de personas, me presenta a hombre, alto, con un pelo largo hasta la cintura con trenzas y piedra en todo rincón; una barba que sería la envidia de cualquier enano de la tierra media; sin mentir, era un cliché de astrólogo/chamán/druida, pero con una presencia muy bien marcada, a pesar de que parecía que su ropa la hubiera hecho el mismo con pasto seco, imponía un aura de calma que daba miedo y te quitaba todo prejuicio que la suciedad en sus uñas te podría dar.

     »Rulo me lo presentó con el nombre de "Armonía" y lo primero que me llamó muchísimo la atención fue su forma tan fluida y bien articulada de habla, de verdad era muy interesante escucharlo, quizás eran los estupefacientes pero su voz tenía una parsimonia y sus palabras eran hipnotizantes.

     »Ya sé que sueno como si me hubiera enamorado de él, pero nos contaba cosas muy interesantes. Cual personaje de una película que se pareciera a él, Armonía, nos contaba que había viajado por muchos lugares y visto cosas que te explotarían el culo. Nos contó sobre gente que vive en el sur de Argentina, ermitaños que aprendieron a interpretar las noches y sobrevivir en los fríos; nos contó de nativos en el amazonas que dominaron las hierbas curativas; hasta nos contó de pueblos en Egipto que adoran a dioses antigüos ya olvidados; nos habló de ritos, rituales, preparaciones, plantas, y mil cosas más.

     »Para no hacerlo más largo, cuándo comenzó a hablar sobre la astrología, decidí ir al baño y aproveché para volver con los fans de el señor de los anillos. Al no encontrarlos cuando salí del baño, busqué a Rulo para decirle que me iba, los efectos de las drogas ya se me estaban pasando así que quería irme a dormir, sin contar que eran como las cinco de la mañana y solo Dios sabe cuánto tiempo estuvimos escuchando al gurú. No me sorprendió ver que Rulo seguía hablando con el chamán, me le acerqué y le dije que me iba y si quería venir conmigo, me dijo que no y me fuí a mi casa enojado porque no le pedí el número a la chica que estaba en el grupo de el señor de los anillos.

     »Rulo suele ser de esas personas que no usan mucho el celular excepto para mirar algunos memes, tutoriales o tips para su huerta o porno, y tampoco suele llamarme antes de venir a mi casa ya que vive cerca y si toca el timbre y no estoy, se va, así que ya me pareció raro que, la semana pasada, el martes más específicamente, me llegara un mensaje de él diciendome si podíamos hablar.

     »Ya sé que les hice un re preámbulo, pero me parece importante porque ni siquiera Rulo mismo sabe si lo que vivió fue real o no, yo decido creerle porque lo conozco desde que somos chicos y lo creo una persona de confianza, y voy a tratar de dar tantos detalles como hizo él porque, de todas las cosas buenas que tiene, siempre que me cuenta algo, no se deja ningún detalle.

     »Como ya había dicho, cuando me fuí de la joda, Rulo se había quedado hablando con este interesante personaje chamánico, y se quedaron así hasta que salió el sol y un poco más. Me contó que, el chamán, le dijo que la había pasado muy bien charlando con él y que veía en su aura una persona muy curiosa y que no tenía miedo a descubrir la verdad pero que la verdad nunca se terminaba de aprender y que solo quedaba ver los retazos que la vida nos regalaba. No entendió muy bien qué quiso decirle pero le aun así le agradeció. Armonía se levantó, le tendió una mano para ayudarlo a levantarse, porque llevaban más de 6 horas sentados con las piernas cruzadas y Rulo ya no sentía las suyas, y le hizo una invitación. Le dijo que al mediodía tenía que hacer una especie de ritual "revelador" y lo invitaba sin cobrarle por el buen rato y la charla que habían pasado. Rulo aceptó y sin perder tiempo se fueron juntos.

     »Llegaron a la casa de este señor, una casa enorme. Una suerte de chalet colonial de dos pisos con un patio delantero enorme con el pasto más verde y mejor cuidado que vio en su vida. El pórtico era un hermoso espacio decorado con columnas en espiral y macetas decoradas con muchas flores.La puerta de entrada era de una madera maciza, con dos cristales marrones rectangulares, que le sorprendió lo fácil que se abrió. El recibidor era un cuadrado enorme con dos arcos sin puerta a los lados que daban a las distintas alas de la casa. Frente a la puerta se alzaba una escalera que se dividía en dos y se unía en un pasillo un poco más arriba que servía para conectar todo el segundo piso. En la pared del pasillo superior se extendía un ventanal de vidrios tintados y extrañas formas que daba una iluminación ominosa en todo el recibidor. En el primer piso, al lado de la escalera se escondía un pasillo que daba a un arco más angosto que los del recibidor pero que tenía una cortina de cuentas de marrones varios, aquel pasillo terminaba desembocando en la cocina donde Armonía le dijo que esperara y se sirviera lo que necesite mientras terminaba los preparativos y la llegada de las demás personas.

     »Cuando entró en la cocina vio un ventanal rectangular que cubría toda la pared y que daba a un patio aún más grande que el delantero provisto de parrilla, sillas, piscina y árboles y arbustos variopintos y hermosos que estaban llenos de flores. La cocina no se quedaba atrás en cuanto a esplendor; una barra desayunador separaba la bellísima y blanca cocina, con una isla,cientos de utensilios colgando, una enorme heladera y altos taburetes de madera blanca donde Rulo se sentó. El comedor al otro lado tenía una gran mesa ovalada de vidrio con sillas blancas que hacían juego con la pulcra sala excepto con los cuadros y telas variopintas que colgaban en modo de decoración por las paredes, con colores más apagados y diversos que generaban un contraste no muy invasivo pero que se combinaban con el ambiente en su medida justa.

     »Se acercó a la heladera y se sirvió dos vasos con agua que tomó con rapidez, el faso suele causar sed, y esperó un buen rato contemplando el jardín que se había llenado de vida con los colibríes y las mariposas volando de flor en flor.

     »Al cabo de una hora, empezó a sonar el timbre; una, dos, tres, cuatro veces pero no vio a nadie, solo escuchó las voces de tres mujeres y un hombre, respectivamente, que saludaban a Armonía y este los llevaba al ala derecha de la casa.

     »Una media más tarde, Armonía, entró a la cocina y le pidió que lo acompañara. Cruzaron la cortina de cuencas, se encaminaron hacia el ala izquierda del primer piso, doblaron a la derecha al final de la sala, pasaron por un pasillo angosto cruzando una puerta a su izquierda y entraron en una habitación más pequeña pero más adornada, llena de telas, alfombras, estatuillas y un fuerte olor a inciensos. Allí estaban las cuatro personas que escuchó entrar, tres mujeres y un hombre, todos sentados en el suelo con las piernas cruzadas y formando una especie de círculo dejando dos espacios, uno para Armonía en el frente y otro para él.

     »Rulo se sentó entre medio de dos de las chicas, ambas rubias, justo frente al hueco que era el lugar de Armonía. Este se paró en su lugar y, mirando a todos, dijo "sean bienvenidos. Espero que no les moleste, ya que pagaron por esta experiencia, que se nos úna mi buen amigo, y candidato a discípulo, Rulo. Prometo que su presencia no cambiará ni modificará nada de la experiencia, Mara, esta jocosa muchacha que tengo sentada a mi derecha, puede confirmar tales afirmaciones. Así que sin más dilación, comencemos 'el traspaso'. Ayelen, si no es molestia, te pido que me pases el cuenco que está detrás tuyo"

     »Me contó el proceso re largo de cosas que hizo Armonía, desde quemar inciensos y palo santo, hasta pintarles zonas de la cara con bayas y flores machacadas mezcladas con alcohol y aceites; cantos y oraciones en distintos idiomas así como el sonido de varios instrumentos pequeños de percusión tocados en notas bajas y relajantes. Todo se volvió ominoso y nuboso; respirar lo mareaba, pero lo que realmente lo hizo poner incómodo fue que, los demás, comenzaban a caer sobre sus espaldas, con suavidad y parsimonia, con un sonido sordo opacado por el grueso de las alfombras.

     »Se imaginarán que estaba a punto de levantarse y salir corriendo luego de tal espectáculo de sonidos y vapores, pero, Armonía, prediciendo el malestar de mi amigo, se posó detrás de su espalda, lo tomó suavemente del hombro y muy tranquilamente, más bajo que un susurro pero tan entendible como un grito, le dijo "necesito que te relajes, sé que la primera vez que ves esto da miedo, pero prometo que nadie te va a lastimar y que va a ser una experiencia única. Si aún querés irte, no te puedo obligar a quedarte, pero si no, necesito que pienses en un animal, tu favorito y que luego, cerrando los ojos, te relajes y dejes la mente en blanco, que los sonidos y los olores te guien más allá del sentido mismo".

     »Y ahí estaba, seducido por las suaves palabras e imbuido en la intoxicante bruma de olores y esencias que le hacían vibrar el cerebro al compás de los delicado, pero cada vez más penetrantes, instrumentos que repiqueteaban en caótica armonía con los inentendible cánticos, sumergiendolo en los estupores asfixiantes de la niebla alucinógena haciéndolo girar sin moverse, sintiéndose en el aire y en la tierra a la vez, describiendo los colores sin conocerlos y aguantando la respiración sin que le faltara el aire; sus oídos zumbaban y se tapaban como si estuviera sumergiéndose a una grandes profundidades oceánicas a velocidades vertiginosas, hasta que, de repente, un suave pero pronunciado golpe en la nuca, como si hubiera aterrizado en una nube de la peor manera, apagó las estrellas que estaba contemplando, una por una. "Como si hubiera estado paseando por el universo y de repente viera cómo todo se extinguió sin dejar rastro de su existencia" me dijo.

     »No sabe bien cuánto duró la psicodélica vorágine de estruendo y colores, ni tampoco cuánto tiempo estuvo con las luces apagadas, pero, cuando abrió los ojos, sintió como si hubiera estado días caminando sin parar, le dolía el cuerpo, se sentía mareado y le costaba sentir los dedos de las manos y los pies.

     »Acá es donde la historia se puso rara. Esta es la parte donde digo que hay que ser un poquitito más abierto. Quizás solo fue producto de una o varías drogas, pero nada le va a quitar a él la sensación de realismo (ni las pruebas que tiene en su casa) que vivió, pero tampoco pone las manos en el fuego en decir que no fue una alucinación producto de los humos y vapores encerrados en una pequeña habitación. Pero cuando se levantó en aquella calle, debajo de un banco en un parque del que no estaba seguro de conocer, dejó de parecerle una experiencia divertida.

     »Su preocupación aumentaba a medida que los sentidos empezaban a despertarse. Sentía la nariz húmeda y las orejas raras; los sonidos lo aturdían y los olores lo confundían; brazos y piernas los sentía entumecidos. Cuando su vista se aclaró, y con mucho esfuerzo, intentó ponerse de pie, pero se sentía incómodo y extraño en su propio cuerpo, así que intentó gatear y se sorprendió de lo cómodo que le era moverse con las cuatro extremidades.

     »Aún aturdido, gateó hasta un bebedero que estaba cerca y le pareció raro que todo se viera tan grande pero culpó a su posición. Una vez cerca del bebedero, de esos que parecen monolitos rectangulares con el botón en lo alto, intentó presionarlo a la desesperada, tenía muchísima sed aunque era normal cuando tenés resaca, pero cuando levantó el brazo y lo vió, casi se infarta. Imagínense ver que tu mano, ahora negra y pequeña, no tenía dedos y que todo tu brazo, enflaquecido, esta lleno de pelos negro. Casi se le sale el corazón. Mirando en todas las direcciónes y muy exaltado, vio un auto estacionado con vidrio polarizado. Salió corriendo, sorprendido de lo fácil que le resultaba hacerlo en su cuadrupedo estado, se acercó a este, se paró en la puerta del conductor y se miró en el espejo. Si antes su corazón ya no daba mas del asombro, cuando vio su gran hocico y las orejas en punta sintió que a su cuerpo se olvidaba cómo generar pulsaciones. Cinco segundo de asombro que parecieron eternos al ver como un perro negro lo miraba e imitaba sus movimientos desde el espejo. No podía creer lo que veía, menos cuando se vió la cola y el cuerpo lleno de pelos negros a excepción de su pecho que exhibía un pellaje blanco. Se había transformado en un perro.

     »Asustado y confundido como se encontraba, decidió refugiarse de nuevo bajo el banco donde se despertó. Temblando y con taquicardia, intentó serenarse viendo si al menos reconocía la zona, ninguno de los edificios, grandes y acristalados, o siquiera algún negocio, de los cuales había en cantidad, le sirvió de referencia. Perdido en un gran parque con árboles gigantescos (o por lo menos desde su perspectiva) y caminos de ladrillos partidos que se adentraban a un gran lago artificial, comenzó a preocuparse por la hora del día que despuntaba a la tarde en un crepúsculo anaranjado.

     »No sabía qué pasó, dónde estaba o cómo llegó ahí, pero sabía que, dejando de lado el misterioso cambio de forma,tenía que encontrar algún lugar donde refugiarse, en lo posible un lugar lejos de las calles, si bien estaban tranquilas, los ruidos lo ensordecian tanto que no le dejaban pensar con tranquilidad. Un bocinazo a lo lejos, risas ocultas, hasta la pelea de un par de pájaros que sólo Dios sabía dónde estaban.

     »Salió lentamente y con la cabeza gacha de su refugio. Con la respiración entrecortada y temblando como una gelatina sobre un parlante en funcionamiento. Se acercó al bebedero donde intentó tomar agua la primera vez. Se paró en dos patas apoyándose en el monolito verde e intentó pulsar el botón plateado. No lo consiguió, ni una gota, no solo se le dificultó mantener la posición sino que sus uñas entorpecían el pulsarlo, así que desistió, se volvió a parar en cuatro patas y tomó el agua del pequeño chaco que se había formado debajo del bebedero, y la tomó como el perro que era, con la cabeza gacha y en pequeños lengüetazos.

     »Sintiéndose extrañamente humillado luego de verse obligado a tomar de un agua que seguramente él no fue el único en pisarla, comenzó a caminar hacía el lago; un lago artificial pequeño, un poco menos grande que una pileta olímpica, con un empedrado de adoquines como borde y con unos cuantos patos que ya daban sus últimos nados antes de irse a dormir.

     »Y ahí estaba, sentado en sus cuartos traseros sobre el empedrado, viendo el agua, cambiando lentamente del naranja al negro,perturbada apenas por el sutil nadar de los patos. Asustado y humillado, no sabía qué mierda iba a hacer.

     »Sus lamentos y pensamientos sobre cómo volver al chalé del chamán, y si es que siquiera lo iba a encontrar ahí, ya que le había dicho que estaba alquilando por unos días, se vieron interrumpidos cuando notó que su oreja derecha se levantó escuchando, no muy lejos, el sonido de unos acompasados pasos. Pasos pequeños que hacían un ruido extraño, como si pequeñas piedras se chocaran muy delicadamente.

     »Se giró mirando hacía su derecha, escuchando atento. Rítmicos y sin prisa, unas cortas patitas golpeaban sus uñas por el empedrado, llevando a su destino a un ser alargado y chaparro; rechoncho con orejas largas y caídas, como si a una estirada garrafa de cinco kilos le hubieran salido unas cortas patas y hubiera salido a dar un paseo bajo las farolas y la refrescante noche.

     »Una vez que la salchichona figura de pelaje variocolor, manchado de negro, marrón y blanco, se acercó lo suficiente, a solo escasos centímetros de Rulo, se sentó junto a él y se quedó mirando el lago con una mirada cansada y unos ojos tan caídos como sus orejas. Con una inexpresiva mirada y una cansada pero firme voz, le dijo “me llamo Virgo”. Casi le explota la cabeza a Rulo. Imagínense que un perro les habla, o que por lo menos lo entienden, lo tomó tanto por sorpresa que ahogó tanto un grito que parecía que tenía hipo. Parpadeó varias veces para intentar sacarse el asombro que sus ojos empezaron a lagrimear.

     »Virgo lo miró de reojo y, volviendo su vista al lago, le dijo “ya estoy viejo y cansado, Rulo, pero me pidieron un favor y no puedo decir que no. A menos que quieras pasar una mala noche, te aconsejo que me acompañes. Puede que sea una larga velada, o no, así que te voy a recomendar que dejes de asombrarte tanto de que un perro entienda a otro perro y me sigas.”, dicho eso, empezó a caminar por donde vino sin esperar una confirmación y caminando más lento que cuando vino, como si el camino de llegada lo hubiera agotado más de la cuenta.

     »La mente de Rulo estaba funcionando a unas velocidades vertiginosas, era tanto lo que estaba procesando a la vez que literalmente sintió náuseas, pero, tragándose su propio vómito, decidió seguir a Virgo. Tenía claro que su nuevo compañero tenía razón, no tenía ni idea de a donde ir ni que hacer, y parecía que este sí lo sabía.

     »Rodearon el lago bajo las luces de los faroles, pasando por el lado de varias personas, gente que salía a correr, parejas conversando en los bancos, amigos que se juntaban a fumarse un porro y gente sacando a pasear a sus respectivas mascotas. Nadie les prestó la menor atención, exceptuando algún que otro perro que les gritaba alguna grosería.

     »Con tranquilidad y lentitud llegaron al otro lado del parque donde cruzaron la calle luego de que el semáforo cambiara de color, y se adentraron a la ciudad. Caminaron recto un par de cuadras, sin alejarse tanto del parque. Cruzaron la calle y frenaron frente a una panadería que ya se encontraba cerrada. Virgo le indicó con la cabeza que lo siguiera y se acercaron a una bolsa transparente que estaba semi abierta. Estaba llena de pan. "Les escuché decir que lo dejan para nosotros" le dijo "aprovechá antes de que vengan otros, sino vamos a tener que desviarnos para conseguir algo de comer". Rulo dudó un segundo, pero se estaba sintiendo famélico y el olor de la bolsa lo tentaba. Metió el hocico en la bolsa, sintiendo de lleno el olor a levadura, sacó un pan, estaba más duro que una pareja de hombres homosexuales después de dos horas de solo besos, pero era comible y tampoco tenía muchas más opciones dada su condición. Comió dos panes más y notó que su compañero no estaba comiendo y que lo esperaba pacientemente sentado y observandolo  con su mirada cansada. Una vez terminada la cena, reanudaron su caminata.

     »"Deduzco que ese pan reseco te habrá dejado con sed” Comenzó a decir Virgo “solo porque nos queda de paso, vamos a pasar por una canilla que nunca la arreglaron y siempre está perdiendo agua, luego te voy a llevar a que conozcas a un amigo que te va prestar refugio".

     »Caminaron dos cuadras, que parecieron diez dado el lento paso. Llegaron a la canilla mencionada, la cual perdía agua en un ligero chorro, y Rulo pudo relajar la garganta, seca y pastosa por culpa de su cena. Una vez hidratados, siguieron su camino.

     »Se dió cuenta que se estaba acostumbrando a los ruidos y los olores intensificados, lo cual lo ayudaba a estar más calmado del primer impacto de la aventura. Ahora caminaba con más seguridad, y menos temblequera, mirando los altos edificios. Estaba en un barrio de la capital, eso seguro, la vestimenta del policía que pasó a su lado delataba que al menos no se había ido de la provincia.

     »Caminaron un buen rato ya que iban con lentitud. Virgo no apuraba el paso ni siquiera cuando cruzaban las calles, e iban pausados ya que este se frenaba cada dos árboles a olfatear y orinar un corto chorro en el lugar donde olfateaba. Rulo no intentó imitarla acción de olfatear, dedujo que si Virgo lo hacía era por el suave olor a orina que sentía en el aire, pero si levantó su pata izquierda y orinó en uno de los árboles. Le sorprendió que le costara mantener el equilibrio siendo que estaba parado en sus otras tres patas, pero al final lo consiguió y orinó una buena cantidad de líquido. "Esta vez lo voy a permitir" le dijo Virgo mirándolo por sobre su hombro "pero no marcamos zonas ajenas. Reglas caninas que no voy a explicarte en detalle, no por ahora, pero ese árbol era mío, por eso olfateamos antes."

     »Viajaron un buen tramo en silencio ya que Rulo estaba muy avergonzado por la llamada de atención.

     »Solo habían hecho tres cuadras desde que repusieron líquidos, aunque parecieron más por culpa de su casi aletargada marcha. Luego de cruzar una calle más y doblar hacía la derecha, Rulo se sentía más confíado y, mientras su compañero marcaba otro árbol, se atrevió a preguntar:

    -¿Por qué me viniste a buscar?

    -Ya te lo dije, me pidieron un favor del que no puedo rehusarme.- le dijo bajando la pata y retomando la caminata

    -Si, pero ¿Qué favor?

    -Me dijeron que te vaya a buscar y que te muestre algunas cosas de mi mundo, pero de eso te vas a enterar mañana.

    -¿Por qué no comiste pan?

    -Porque ese pan es para los que lo necesitan y yo no tengo esa necesidad, yo ya tengo un hogar.

    -¿A dónde vamos?

    -Te voy a llevar con unos amigos.

    -¿Tenés idea de que me pasó?

    -No lo sé- contestó con un cansado suspiro- creí que tú lo sabrías, como ya te dije, a mí pidieron un favor, no pregunté las razones.

     »La conversación murió ahí y caminaron las siguientes dos cuadras en silencio, luego doblaron de nuevo a la derecha, y luego de caminar un par de metros, llegaron a un terreno entre dos edificios. Amurallado por placas de chapa con marcos de madera, todo pintado de verde y lleno de afiches. Mientras Rulo veía uno con la próxima fecha de Def Leppard, Virgo raspaba la chapa cerca de la punta izquierda, que se veía desprendida y un poco doblada. De allí salió otro perro de pelo corto y tan sucio que Rulo no sabía si las manchas negras eran parte de su pelaje marrón leonado o solo manchas de grasa y mugre seca. Agitando demasiado la cola, saludó a Virgo, quien parecía sonreír. Cruzaron unas palabras y, un minuto más tarde, Virgo se acercó a Rulo y le dijo "ahora me voy, te dejo al cuidado de Pecas. Mañana temprano voy a venir a buscarte y vamos a dar un paseo", dicho eso, y nada más, se fue por donde habían venido pero sin doblar. Cruzó la calle y se perdió dentro de una casa en mitad de la cuadra.

     »Pecas se quedó mirando a Rulo con una sonrisa casi tan grande como el abanico que formaba su cola al batirse, tan exageradamente rápido que hacía bailar su oreja caída. Un segundo más tarde, lo saludó formalmente y, haciendo un lado la esquina rota de la pared, lo invitó a pasar, "no puedo esperar a presentarte a los demás" le dijo mientras terminaban de cruzar el hueco.

     »Cuando pasaron el umbral, pudo ver un gran rectángulo de hormigón rodeado de tierra esteril y lleno de basura y envoltorios vacíos. Del rectángulo salían seis columnas ya rellenas también de hormigón y solo dos paredes completas, la pared trasera y la derecha. En la esquina de estás paredes había tres perros, dos sentados y uno acostado, que estaban alrededor de un par de bolsas de basura abiertas y huesos. Rulo se quedó un segundo observando como se debatían el reparto de su botín hasta que Pecas lo sacó de su ensimismamiento tocándole el hombro y haciendo ademán de que lo acompañe. "No muerden" le dijo "aunque Tom puede ser un poco cascarrabias si tocas sus huesos. Te recomendaría no hacerlo", y antes de que pudiera preguntar quién era Tom, Pecas ya estaba a mitad de camino.

     "Una vez que llegaron y completaron el círculo, Pecas lo presentó a todos.

    -Amigos míos- dijo Pecas con tono solemne pero jocoso- este es Rulo, un amigo de Virgo, por ende, amigo nuestro también. Me pidió que le demos asilo, así que espero que lo traten como a uno más de nosotros. Rulo, este es Tom, ya te hablé de él.

    -Mucho gusto, Rulo- dijo Tom, un perro grande de hocico chato con voz gruesa y un pelaje negro como el hollin; estaba sentado a la izquierda de Pecas y tenía el fémur de una vaca delante de sus patas.- No sé que te habrá contado Pecas, pero nos vamos a llevar bien siempre y cuando no toques mi hueso.

    -Justamente eso me dijo- contestó Rulo sonriendo, no sabía por qué, pero el grupo lo hacía sentir cómodo.

    -No le hagas caso- continuó Pecas- es puro tamaño, pero le acaricias las orejas y es capaz de ronronear. Sigamos con las presentaciones, la que está a su izquierda es Mari.

    -Encantada, cariño- dijo Mari con una voz tan dulce como maternal. Una coker blanco y negro que yacía acostada y Rulo no pudo dejar de notar lo estirados que tenía los pezones y las canas en su hocico.

    -Ella es como nuestra mamá- agregó Pecas- siempre está para lamernos las heridas pero que no te encuentre haciendo algo malo, mi oreja caída es su culpa.

    -Te hace ver mas guapo- contestó Mari

    -Y por último- continuó Pecas, escapando del cumplido aunque se le notaba una sonrisa más complacida por el comentario, y su cola se movía muy rápido al punto de levantar pequeñas nubes de polvo.- tenemos a Codi

    -Hola- dijo Codi. Era el más pequeño del grupo, blanco con las patas y orejas caídas negras. Tenía la apariencia de un jack russell pero más alto y se lo veía deprimido.

    -Codi también es nuevo en el grupo- continuó Pecas- Está con nosotros hace un par de meses.

     “Bueno, presentaciones terminadas. Espero, Rulo, que te sientas como en casa, si es que alguna vez tuviste una, sino, bienvenido a casa.

    -Gracias- dijo Rulo con la voz cansada y la garganta anudada- espero no lo tomen a mal, tuve un día muy cansador y no me siento muy bien. De verdad son muy amables pero me gustaría descansar un poco si no les molesta.

    -Por supuesto que no, cariño- le contestó Mari- tenés cara de haber pasado por algo muy feo ¿No querés comer algo antes de acostarte?

    -Gracias, Mari, pero no, comí algo antes de venir

    -Mejor- gruñó Tom- no solo no te iba a convidar de mi hueso sino que ahora tengo más.

    -¿Cómo puede un perro tan grande sobrevivir a base de huesos?

     »Y con esa pregunta de Pecas flotando en el aire, Rulo se apartó del grupo, se acurrucó en un costado e intentó dormir.

     »Por suerte, esa noche estuvo linda, no hizo calor y los edificios vecinos cubrían bien del viento volviéndolo una suave brisa. Los demás se quedaron charlando. Llegó a escuchar algo sobre que iban a ir a otro parque el día siguiente, y algo sobre visitar a alguien, pero, para sorpresa de Rulo, su cansancio mental y físico eran más grandes que cualquier preocupación y se quedó dormido antes de pensar nada más o de siquiera escuchar cuando los demás se acostaron o siquiera si durmieron. Algo lo hacía sentir que su seguridad era gracias al variopinto grupo pero que no debía ser tan color de rosa como lo hacían notar y menos con los ladridos o alaridos lejanos, muy lejanos, que comenzó a escuchar. Ignorandolos como pudo, se sumió en un profundo sueño.

     »La noche pasó tranquila más allá de los psicodélicos sueños. Estereoscópicas figuras y coloridos parajes que lejos de marearlo, lo reconfortaba y lo hacían sentir seguro y calmado. Pero todo eso se esfumó con la voz de Pecas "nosotros nos tenemos que ir” dijo, despertandolo “pero Virgo va a venir en cualquier momento. Esperalo despierto, si te da hambre sobraron algunas cosas de anoche, servite con confianza, menos el hueso grande, ese es de Tom" y dicho eso se fue por el agujero de entrada, batiendo la cola tan jovial como en la noche anterior.

     »Rulo se levantó, se desperezó y aceptó la comida. Comió dos porciones de pizza que no sabían tan bien y, con sed, ya que no había nada para tomar, se sentó a esperar a que venga su dantesco guía.

     »Observó las nubes pensando en que le deparaba el día y se dió cuenta de todo el ruido que había, autos, gritos, bocinas, herramientas eléctricas, hasta los electrodomésticos de los edificios vecinos. Pero no le molestaban, eran más como un murmullo constante pero que podía enmudecerlos si se concentraba lo suficiente. Los olores tampoco le molestaban pero eran más difíciles de ignorar, el humo de los autos, el olor del pasto, y la comida, una vorágine de suculentos aromas lo flanqueaban desde todas las direcciónes. Y no pudo aguantar el hambre así que se hizo con un pan con la punta mohosa y lo comió todo excepto esa parte, pero le parecía extraño, era como si de repente una piraña insaciable se le despertara en el estomago y le obligara a buscar algún tributo alimenticio.

     »Una hora más tarde, escuchó como arañaban la pared metálica. Se incorporó y salió por el agujero, y ahí estaba, su orejudo amigo lo observaba con sus ojos decaídos. "Perdón por la demora, hoy mis dueños se despertaron tarde" empezó a decir con su cansada voz "Espero que hayas pasado una linda velada, hoy vamos a volver al parque, tengo un par de cosas que enseñarte y a alguien a quien quiero que conozcas". Y con esas palabras, volvieron por el camino que hicieron la noche anterior, aprovechando a pasar con la canilla rota para calmar la sed de Rulo.

     »El sol brillaba fuerte y, por su posición, debían de ser alrededor de las once de la mañana. En el parque ya había bastante gente disfrutando del buen clima; algunos aprovechaban a pasear a sus mascotas y otros solo estaban de picnic tomando mates. "Aún es temprano" dijo Virgo "cuando la gente comience a almorzar vamos a buscar algo de comida. Ahora voy a enseñarte a marcar una zona" decia mientras caminaba hacia un árbol "es importante para que perros de otros lados no quieran adueñarse de la zona. Al principio te va a parecer difícil distinguir los olores, pero vamos con lo primero" se sentó frente a un árbol enorme y miró a Rulo a los ojos "vas a olfatear este árbol y vas a marcar la zona que tenga menos olor. Con un chorro es suficiente".

     »Rulo miró al viejo perro y luego al árbol, no estaba muy convencido de poner su hocico al nivel del suelo y oler orina ajena. Pero no tenía otra opción, el salchichón compañero no parecía que fuera a hacer nada más hasta que Rulo hiciera lo que le dijo, daba la impresión de que podría estar sentado durante horas. Así que, dando un suspiro, acercó su hocico a las grandes raíces del árbol y comenzó a buscar el punto con menos olor.

     »Al principio le dio asco, pero se dió cuenta que, aunque fuertes y penetrantes, los olores no le daban tanta repugnancia como esperaba, es más, se vió a sí mismo enfrascado y concentrado en su misión, hasta le pareció oler algunas fragancias familiares. Al final encontró un punto donde no había ningún aroma y, levantando la pata derecha, largó un pequeño y controlado chorro de orina.

     -Perfecto.- lo felicitó su orejudo instructor- Ahora vamos a hacer lo mismo en todos los lugares del parque que podamos, preferentemente árboles. No hace falta que llenemos cada rincón de orina, con que hagamos un perímetro es más que suficiente.- Y así comenzaron a vagar por el parque, olfateando todo cuanto podían y frenando de vez en cuando para marcar una zona.

     -Disculpá- comenzó a preguntar Rulo mientras regaban un pino- Entiendo el tema del territorio, pero ¿De qué nos sirve? ¿Para qué hacemos esto?- el gordo canino se frenó, se giró despacio y lo miró con sus inexpresivos ojos caídos.

     -Ahora eres un perro callejero- comenzó a decir- y tenés que empezar a pensar y actuar como tal. Si, todos los perros hacemos cosas de perros, como dicen los de tu raza, pero ustedes, los callejeros, tienen que apoyarse mutuamente de alguna forma y marcando el territorio, no solo te presentas a los demás sino que dejas en claro quien ronda por aquí; el primer árbol que orinaste era uno del grupo en el que estás ahora, si todos cooperan, ningún otro perro que tenga malas intenciones se va a acercar, y si lo hace, lo sabríamos, por eso al principio es difícil, hasta que te acostumbres a los olores de los perros que suelen venir. Ahora vamos, quiero que aprendas a identificar los olores de lejos, no todos los perros van a dejar olerse.

     »Rulo jamás se imaginó, y yo tampoco, que tenían un sistema tan bien armado para algo tan simple y extraño como oler y orinar, pero era más complejo de lo que parecía. Los olores se mezclaban entre ellos haciendo difícil seguir un rastro, pero una vez apreciados comenzaban a aparecer patrones y huellas invisibles en el aire, como si cuerdas bañadas en fragancias ajenas nacieran de la nada marcando el recorrido de algún individuo que no estaba en ese momento.

     »Así continuaron un rato más, frenando para tomar agua en algún bebedero que tuviera un charco, y descansando bajo un árbol cuando sentían que el sol ya los castigaba lo suficiente.

     »Sentados bajo un enorme árbol de copa ancha, Rulo preguntó lo que quedó flotando en su mente de la charla anterior:

    -¿A qué te referías con raza?- no obtuvo respuesta alguna así que solo se resignó a suspirar y mirar el cielo- Que raro, no estaba así de nublado hace un rato.

    -Tenés razón- contestó Virgo mientras olfateaba el aire ("a eso si contestas ¿No?” pensó Rulo)- Hay olor a humedad, como quien diría. Vamos, hoy no te voy a poder presentar a quien quería, pero todavía te queda aprender una cosita más. Ahora, mientras estamos marcando lo que nos falta, vas a pasear cerca de la gente, si no querés dar lastima no te voy a obligar, pero uno nunca sabe si va a volver a su refugio con algo que masticar, si tenés suerte algún humano se va a apiadar y te va a convidar algo para comer.- Y con eso dicho, se levantó y siguió caminando.

     »Caminar, oler, orinar, estar pendiente de los olores, hidratarse, y ahora mendigar, algo que parecía una simple caminata se transformó en una extensa lista de cosas a tener en cuenta de forma diaria, de solo pensarlo, mi amigo, se sintió cansado, hacer esas cosas todos los días sonaba tan cansador como una maratón, sin contar que tenía que hacerlo bajo el sol, o frente al frío, o, y en poco tiempo iba a averiguarlo, bajo la lluvia.

     »Intentó conseguir comida como le habían dicho, a punta de lástima y, mientras bordeaba los caminos de ladrillo, se acercaba con la cabeza gacha a los bancos donde veía gente que tuviera alimentos. Pero no tuvo suerte, siempre que estaba a unos pocos metros lo ahuyentaban con un grito o lo echaban con un piedrazo.

     »"Así no vas a conseguir nada" comenzó a decir Virgo con lo que parecía una sonrisa divertida, lo que era difícil de interpretar por culpa de su decaído rostro "te estás acercando muy de repente y eso intimida a los humanos. No siempre vas a conseguir algo, por no decir prácticamente nunca, la mayoría de los humanos son egoístas, individualistas y hasta temerosos, que no tiene nada malo, cada uno tiene que cuidar de sí mismo y sus semejantes, pero son simples en cuanto a lastima se refiere, ellos también tienen a sus callejeros. Intentá acercarte despacio, como si hubieras olido un rastro y hubieras llegado de casualidad, luego, moviendo tu cola, los miras, pero no con tristeza, con asombro infantil, juguetón, como si hubieras descubierto algo nuevo y quisieras participar de eso"

     »Habían tomado el árbol de copa ancha como zona de descanso y les servía para ver un poco en todos lados ya que el terreno estaba un poco elevado. No estaban lejos de uno de los caminos de salida, donde se conectaba con la pasarela de adoquines que bordeaba el lago. Tenían la calle por la que vinieron a la izquierda y el lago frente a ellos. Una zona donde podían vigilar quienes paseaban, se sentaban, almorzaban o simplemente jugaban en los columpios o la calesita que estaba al otro lado del lago.

     »Mi amigo comenzó a sentir que el hambre empezaba a dominar su cuerpo así que intentó, una vez más, mendigar comida utilizando el método que le enseñaron.

     »Vieron a una pareja sentada en un banco no muy lejos de donde estaban y Rulo inició el consejo que le dieron. Agachó el hocico y siguió un rastro que llegaba a la pareja. A los pocos metros simuló irse para otro lado, cuando notó que la pareja lo miraba retomó hacía ellas. Ya estaba a metro y medio y no lo habían echado, buena señal. Levantó el hocico y olfateó en dirección a ellas y las miró con la cabeza ladeada y sacudiendo la cola. Recibió unos cumplidos y se acercó un poco más. Logró que le acariciara la cabeza pero no pudo disimular el hambre y solo tenía ojos para las galletitas que estaban comiendo. La pareja se dió cuenta, una se negaba diciendo que, si le daban, no se lo iban a sacar más de encima, pero, por suerte, la otra no le hizo caso, sacó dos galletitas y se las arrojó a Rulo.

     »Decidió no insistir más a la pareja y se dió media vuelta para volver al punto de reunión. Se sorprendió al no encontrar a su rechoncho amigo donde lo había dejado así que aprovechó e intentó poner lo aprendido a prueba, solo. Con esa convicción y confianza, comenzó a pasear bordeando el lado derecho del lago. Caminó en zigzag entre el borde empedrado del lago y las zonas con pasto, olfateando, orinando y mendigando comida a la gente siempre que encontraba la oportunidad. Logró conseguir un pedazo de pan mendigando y recuperó un pancho que alguien no tiró bien al tacho de basura.

     »Rodeando el lago, sin prisas, llegó a la altura de la calesita donde se detuvo, cerca del lago, a contemplarla. Grande y amurallada con una pared baja, pintada con listones de variopintos colores, y un enrejado alto y blanco separado en simetricos cuadrados por angostos pirales amarillos.

     »Se imponía como un gigante con su gran techo circense de franjas rojas y amarillas, girando al son de una canción infantil despertando las risas de niños y adultos que se desviaban de sus rutinas para pasar un agradable momento en familia. Un hermoso espectáculo visual y sonoro acompañado de una linda historia contada en dibujos hechos sobre una cenefa decorada con estrellas, lunas, corazones y un delicado y detallado fileteado.

     »A escasos metros de la entrada, Rulo vió donde se había metido su compañero. Cerca de la colorida pared, Virgo, estaba sentado hablando con otro canino, pero este no era como los que había conocido hasta el momento. Su pelaje blanco con manchas negras tenía parches pelados donde se le podía ver la rosada piel. Decir blanco no era más que una deducción ya que estaba tan sucio que parecía un gris ceniciento. Apenas era más alto que Virgo, por unos escasos centímetros, pero sí indiscutiblemente más delgado, con una apariencia tan famélica que se le marcaban las costillas. En sus orejas y hocico se le notaban cicatrices, algunas bastante desfigurantes, como la de su oreja izquierda que se notaba que le faltaba un buen trozo. También notó que podría tener una de sus patas delanteras lastimada ya que la apoyaba con dificultad y temblequera.

     »Se quedó, en la distancia,  mirando la escena un rato hasta que un grave sonido, como si el cielo se quebrara de repente, lo hizo poner su atención en el cielo. El que antes era celeste y blanco, ahora era de un gris amenazante que cubría todo. Rulo estaba viendo la tormenta del Lunes pasado. Tormenta que resultó ser bastante fuerte, cargada de truenos que retumbaban en lo más profundo de sus tímpanos.

     »Bajó la mirada justo para ver como Virgo se encaminaba hacia él. No sabe en qué momento notó su presencia pero ahora estaba caminando con prisa hacia él. Le causó gracia la escena ya que la carrera hacía que al viejo perro le oscilara todo el cuerpo, su gordo estómago, las enormes orejas y sus decaídos sobrante de piel danzaban hacía un lado y al otro al compás de una apresurada carrera.

     »Rulo no pudo contener una sonrisa con tal escena, sonrisa que apagó rápidamente al notar que aquel ya estaba frente suyo, para ser tan gordo y tener patas tan cortas, se movía bastante rápido cuando quería. Del otro perro no había quedado ni su sombra.

     »"Tenemos que apurarnos" comenzó a decirle "ya estoy viejo y fallan mis predicciones. Va a llover en cualquier momento. Tendremos que posponer el encuentro con Manchas. Ahora vamos a apurarnos, hoy te voy a llevar a otro lugar que el grupo usa para estos días." Sin decir nada más, Virgo, comenzó la caminata con rapidez.

     »Bordearon el lago en dirección al árbol que usaron para protegerse del sol, siguieron el camino de ladrillos partidos y cruzaron la calle. Se adentraron tres cuadras, doblaron una a la derecha, volvieron a girar a la izquierda y siguieron recto otras dos cuadras.

     »Los truenos amenazaban en la lejanía y ya empezaban a aparecer las primeras gotas frías, pero pudieron llegar a su destino sin más complicaciones. Una alta pared construida con chapas paradas a lo largo ocultaban una gran casa de un piso a medio construir. En una esquina se abría una pequeña entrada carcomida por el óxido. Una vez indicada la entrada, Virgo se despidió y salió trotando por el camino que habían hecho.

     »Rulo cruzó el umbral y vió que a la casa le faltaban la puerta y las ventanas y que la maleza se alzaba por todos lados así como el moho negro en los ladrillos expuestos.

     »Cruzó el umbral de entrada hacía lo que sería un recibidor rectangular muy espacioso y allí, en el centro, se encontraba el grupo con unos pocos huesos y una bolsa de basura en el centro del círculo que estaban formando.

     »Lo vieron entrar y Pecas lo invitó a unirse al grupo, con su sonrisa habitual y el jovial meneo de su cola.

     »Una vez que se sentó cerrando el círculo, Pecas reanudó la charla que parecía haberse interrumpido para recibir a mi amigo:

    -Como les decía, hoy no hubo mucho movimiento en el otro parque, parece que la lluvia asustó a los humanos.- la lluvia ya había comenzado a tomar fuerza y se escuchaba su violento caer, Rulo esperaba que Virgo no se mojara mucho en su regreso a casa.

    -Te lo dije, cariño- comenzó Mari- el día estaba perdido, desde temprano se olía la humedad.

    -Humanos cobardes- dijo Tom- un poquito de agua y ya se esconden como ratas.

    -Nadie te obliga a dormir acá adentro, Tom- le contestó Pecas, que recibió un bufido de Tom como respuesta- no pasa nada, con lo que tenemos podemos pasar la noche, y en el fondo hay un agujero donde se junta el agua- Rulo se relajó al oír eso, se había olvidado de hidratarse antes de llegar por culpa de la apresurada marcha. También notó lo delgados que estaban todos, no tanto como el perro que vió hoy, pero sí podía verles algunas costillas.

    -¿Cómo te fue hoy, cariño?- le preguntó Mari a Rulo- ¿Hiciste algo interesante?

    -La verdad que sí. Virgo me enseñó un par de cosas a tener en cuenta y logré que alguien me diera algo de comida.- todos los felicitaron menos Codi, que estaba acostado a su derecha con los ojos cerrados- Les hago una pregunta, hoy Virgo me iba a presentar a alguien y creo haber visto a quien, creo que estaba hablando con él cerca de la calesita ¿Lo conocen?

    -¿Manchas?- preguntó Pecas- si, es un viejo amigo de Virgo, de los perros más simpáticos que he conocido.

    -Y rudo- continúo Tom- ese señor sí que sabe cómo salir de una camorra con el rabo bien alto.

    -Aunque tuvo una vida pesada- dijo Pecas con un dejo de tristeza en las palabras.

    -Todos la tuvimos, cielito- dijo Mari- pero acá estamos, juntos- su comentario se ganó un bufido de Codi y este una mirada de Tom.

    -Saben- comenzó Rulo- me da miedo ofenderlos, pero me da curiosidad cómo terminaron en la calle.- todos lo miraron, menos codi, pero ninguno lo miro con odio o reproche, parecía que todos estaban esperando ese momento.

    -Uy, eso es un halago- dijo Pecas en tono burlón- ¿Que hacen perros con alto pedigree en está ruinosa casa?- Rulo se sintió avergonzado al ver la actuación.

    -Perdón, no quería ofenderlos, de verdad, es que si voy a estar con ustedes a partir de ahora, me gustaría conocerlos un poco más.- Pecas comenzó a reír, lo cual se veia raro en un perro, o eso me dijo Rulo.

    -No le hagas caso, cielo- dijo Mari lanzándole una mirada de reproche  a Pecas- tiene un humor un tanto extraño.

    -¿Extraño?- dijo Tom- yo diría anormal, el otro día se reía porque un par de gansos me empezó a perseguir.- Rulo ahogó una risa al imaginarselo.

    -Eso fue muy gracioso, cariño

    -Si- reafirmó Pecas- ¿Cómo te pueden dar miedo esos plumosos? Sos tan grande como tres de ellos.

    -Callense- dijo Tom, enojado- no tienen ni idea lo violentos que pueden ser. No confio nada en sus hocicos.

    -Picos- lo corrigió Mari- muy bien, ya nos reímos mucho del miedo de Tom por los gansos.

    -Respeto, no miedo- contestó el fortachón.

    -Muy bien- continúo la única dama del grupo poniendo los ojos en blanco- Respeto. A lo que iba, nuestro invitado nos hizo una pregunta ¿Quién quiere comenzar?

    -Voy a comenzar yo- esbozo Tom inflando exageradamente el pecho, lo cual se ganó una risita entre dientes del jovial del grupo- Yo me perdí- dijo con orgullo.

    -Pero ¿Nosotros no tenemos un buen sentido de la orientación?- preguntó Rulo muy confundido.

    -Pues el fortachón tiene que mirar su cola cada cierto tiempo porque sino se olvida donde la dejó- se burló Pecas.

    -No lo molestes- defendió la coker- no fue su culpa.

    -Si, si lo fue- continúo Tom- y no me arrepiento. Es más, no me perdí, me liberé. Los humanos a los que les pertenecía nunca les importó mi presencia, solo querían un perro grande que intimidara. Desde que era pequeño, jamás recibí afecto, ni juegos, ni caricias, solo comida y agua, lo suficiente para que no muriera. Ni siquiera un paseo. Y esa mugrosa cadena, intenté liberarme un par de veces pero era imposible, como si estuviera forjada por los mismos dioses. Aunque lo imposible jamás me detuvo.

     "Y un día tuve suerte, se dejaron la puerta abierta, una señal divina que me decía 'corre, corre a tu libertad', y eso hice. Usé todas mis fuerzas para arrancar la cadena, hice tanta fuerza que creí que la correa me iba a asfixiar. Mis músculos se tensaban en agónico esfuerzo pero al final, con el aliento cortado y el cuerpo adolorido, me liberé y corrí tan rápido que ni mi sombra fue capaz de seguirme. Luego me di cuenta que me dejé llevar por esa primera vez que veía algo más que un patio reseco, tanto que ya no sabía ni donde estaba.

    -Hubieras visto la cadena- interrumpió Pecas- cuando pasamos por una ferretería y le dije que me la señalara, era más fina que mi pata.-y comenzó a reirse

    -Como iba diciendo- continuó Tom mostrándole los dientes al flacucho comediante- no sabía dónde estaba, así que vagué por mucho tiempo hasta que encontré a Pecas.

    -Y nos volvimos amigos- dijo este con una sonrisa y la jovial cola en movimiento.

    -Habrás estado perdido- dijo Rulo- pero encontraste una buena compañía ¿Y vos Mari? ¿Cual es tu historia?

    -Pues la mia…

    -Olvidé decir que mis amos me golpeaban- interrumpió Tom.

    -Tu historia ya terminó cariño.

     "La mia no es tan épica como la de nuestro grandote amigo. Si disfruté de unos amos cariñosos, me daban buena comida y si me portaba bien, me ganaba algún paseo. Pero no me querían por ser yo, no lo noté la primera vez cuando trajeron a ese galanazo a que me conociera. No, lo noté la tercera vez cuando ya me habían separado de dos de mis camadas. Aceves los extraño. Los perros no solemos encariñarnos tanto con nuestras crías, cielo. Pero cuando tienes tantos cachorros tomando de tu leche, empiezas a desear quedarte con alguno. Pero nunca fue así. Seguían viniendo machos distintos a quienes sólo conocía esa noche. Algunos eran amables, otros eran fríos y solo venían a lo que venían.

     "Yo no lo sabía en ese entonces. Pecas me dijo que los llaman "criaderos", aunque nunca me dejaron criar a ninguno de mis bebés. Y tampoco lo sabía, pero al parecer no soy a la única a la que se lo hacen y a todas les pasa lo mismo, después de un par de camadas, cuando ya estamos cansadas y con las tetillas lastimadas, nos abandonan en algún lugar. Cierto, a algunas no les pasa y tienen la suerte de seguir con sus dueños, pero si eso me hubiera pasado no estaría contando la historia.

     »Rulo quedó con el corazón en dos. Así como todos nosotros, él conocía la existencia de los criaderos y de gente que encadena a sus perros, pero escuchar las anécdotas directamente de ellos mismo, viendo el esfuerzo que hacían para no llorar ahogados en sus recuerdos, le partía el alma. Ahogando el llanto se giró para ver a Pecas que era el que continuaba.

    -Yo nací en la calle- dijo este al ver como mi amigo lo miraba- No hay más historia. Mi madre ya era una perra callejera y nadie la asistió cuando estaba embarazada, así que mis cinco hermanos y yo nacimos en la calle. Tres de ellos murieron siendo cachorros, uno fue atropellado a los dos años, y el que queda está en algún lugar, nos separamos hace años y no sé que es de vida.

    -Pero te ves tan feliz, no me imagino todo lo que habrás visto y vivido- le dijo Rulo.

    -Cierto, pero cuando naces en la calle ya deja de ser calle y pasa a ser tu hogar y nunca podrías estar triste en tu hogar.

    -Pelotudeces- dijo Codi que ahora miraba a Pecas pero seguía acostado- nos jugamos la vida día a día, si no son los autos, son otros perros; si no son las enfermedades, es el hambre ¿y lo llamas hogar?

    -Te faltaron las garrapatas- le contestó- pero aprendes a vivir así. Yo nací con esta vida, no la aprendí, y decidí ser feliz a pesar de todo.

    -Eso es porque no conoces otra cosa- continuó Codi- una casa, comida diaria, una familia que te quiere. Nunca conociste eso por eso decís esas cosas.

    -Esto es una casa, aquí tengo comida y ustedes son mi familia, la cual se agranda, no puedo pedir más.

    -Porque nunca conociste una verdadera casa, sino no dirías esas cosas.

    -Pero yo sí, cariño- Dijo Mari- pero la vida es esto, a veces le suceden cosas malas a quienes no lo merecen y no es porque seamos malos, a veces los humanos no nos quieren como desearíamos.

    -A ustedes no sé, pero a mi me querian- respondió codi irguiéndose con sus patas delanteras

    -Y aún así estás en la calle- dijo Tom dejando notar su impaciencia-

    -¡Y no por mi culpa!- gritó Codi- ¡Esos humanos asquerosos! Solo nos quieren cuando somos cachorros y luego nos dejan abandonados como si fuéramos un juguete.

    -Ellos también viven en este mundo, cariño- dijo Mari con más calma de lo que la situación apremiaba- ellos viven sus vidas como nosotros, siguiendo sus reglas, están tan atados a su sociedad como Tom lo estuvo a su cadena.

    -No entiendo cómo los podés defender. ¡Te usaron como un saco sexual!

    -Ey- esbozó Tom irguiéndose en sus cuatro patas- no le levantes la voz a Mari ¿Me oíste?

    -Bah- bufó Codi, seguramente acobardado por el gran tamaño, y los dientes ahora exhibidos, de Tom.- No tiene caso, nos tratan como basura y aún así los defienden.- y con eso concluyó la discusión. Codi se dió media vuelta, cruzó el umbral de una puerta y se acostó en otra habitación, Rulo jura que lo escuchó llorar.

    -Disculpalo, cariño- dijo Mari con pena en su voz- fue abandonado hace unos meses pero vivió mucho tiempo con una agradable familia. Creemos que se lo olvidaron por error, aunque nunca vimos carteles o humanos que lo busquen. Algunos nunca se recuperan de todo esto.

    -Es un idiota- bocifero Tom. Y con eso se terminó la charla. Nadie le preguntó a Rulo de su pasado, solo se repartieron la comida, comieron en silencio, y luego se fueron acostaron.

     »La lluvia seguía crepitando y gritando sus fuertes truenos. Rulo yacía acostado pero despierto, pensando en todo lo que le contaron. En la huída de Tom, en el abandono de Mari y Codi, y en cómo habrá sido la callejera vida de Pecas.

     »El insomnio le ganaba y su mente se sumía más en todo lo que estaba viviendo. Se preguntó si ahora esta sería su vida aunque no le preocupaba tanto si podía continuar en el grupo. Los notó muy unidos, a excepción de Codi, con vidas distintas pero con el mismo presente. Eran como una unidad, se cuidaban las espaldas unos a otros pero, a pesar de las bromas y lo que dijeran, se les notaba el vacío que les dejó sus vidas, una tristeza que acarrearían toda su vida.

     »Se llegó a preguntar si envidiaban a aquellos perros limpios y bien alimentados que paseaban con sus dueños. Quizás fue por su naturaleza humana, pero él creía que sí. Hasta se preguntó si había más grupos como ellos y sintió ansiedad por querer conocerlos.

     »Sin poder dormir, como dije antes, por culpa de sus pensamientos y no por los sonoros ronquidos de Tom, que no había ninguno que los opacara, recordó que no había tomado nada desde que se fue del parque. Se levantó en silencio y se encaminó hacía el fondo de la casa donde Pecas había dicho que podría tomar agua de lluvia acumulada en un hoyo.

     »Cuando se levantó, vio a Codi, estaba parado frente a la puerta de entrada, las luces del exterior recortaban su silueta muy vagamente. Este lo oyó, se giró para verlo y sus miradas se encontraron. Rulo sabía que su intención era irse pero no le dijo nada, solo lo observó en la penumbra. Codi se dió media vuelta y se fue. Esa noche, fue la última vez que alguien lo había visto.

     »Logró conciliar el sueño luego de haber tomado agua, aunque eso le costó un remojón, el hoyo estaba a la intemperie y la lluvia no cesó hasta muy tarde esa noche. Pero, a diferencia de la noche anterior, durmió intranquilo. Sus sueños no dejaban de mostrarle imágenes de lo escuchado esa noche.

     »Soñó que era Tom, sentado en un desierto, incapaz de romper una muy fina cadena, y frente suyo un oasis al que nunca podía llegar. Cuando lo intentaba, llegaban unos hombres y le daban una buena cantidad de golpes.

     »Soñó que se tranformaba en hembra y que tenía docenas de cachorros. Los amaba a todos por igual. Pero cada vez que parpadeaba, desaparecía alguno. Confundido y preocupado, veía como se iban esfumando uno a uno hasta que ya no quedó ninguno, y cuando eso pasaba, una puerta se abría dandole paso a un perro más grande que él y con lascivia en sus ojos. Y luego volvía a ver a sus cachorros para que el ciclo se repitiera.

     "Soñó que era un cachorro, feliz y juguetón. Veía a sus hermanos molestar a su madre a modo de juego y cuando ella se cansaba, todos corrían a él y pasaban hermosos ratos revolcándose o solo caminando y olfateando insectos. Pero detrás de cada árbol que visitaba se encontraba con alguno de sus hermanos muerto en el piso, la mirada vacía y espuma en su boca. Lo presenció tres veces, al cuarto vió como un auto lo atropellaba y seguía de largo, escuchaba el eco del tortuoso alarido que había hecho el cachorro cuando toneladas de metal lo aplastaban. El grito se apagaba para dar lugar a la respiración trabajosa y forzada, los últimos alientos de su hermano que seguian rebotando a pesar de que este ya había dejado de respirar.

     »Y por último soñó que era feliz. Estaba acostado en un comodo almohadón en el piso con su enorme plato a rebosar de comida seguido por el plato de agua cristalina igual de lleno. Y sus amos estaban ahí. Su familia humana lo miraba con increíble amor. El pequeño de los humanos se acercó a acariciarlo con tanta ternura que no podía controlar su cola. El hombre adulto buscó una correa, era hora de salir a pasear. Lo subieron al auto y condujeron un largo rato. El auto se detuvo y lo dejaron bajar. Estiró sus piernas y contempló el obsceno paisaje que tenía frente a él. Un asqueroso y vomitivo basural lleno de carroña y podredumbre. Perros se peleaban en  montañas de basura por una pestilente bolsa de basura, tan aguerrida era la determinación de estos que peleaban a muerte. Se dio media vuelta, asustado, para regresar al auto pero se encontró un espacio vacío y allá a lo lejos, en lo más profundo del horizonte, iba su familia. Se habían ido sin él y por más que corrió con todas sus fuerzas, nunca los alcanzó y la putrefacción del lugar lo consumió hasta que ya no pudo ver más.

     »Sintió que le tocaron el hombro y con eso lo hizo despertarse de un salto. Jadeando y temblando, vió como su Virgo lo miraba preocupado, de los demás, ni rastro.

    -Perdon que te haya asustado- dijo Virgo

    -No es nada. No fuiste vos, estaba teniendo una pesadilla.

    -Me alegro que mi estirado rostro no te haya asustado. Tomá- Virgo agarró una pequeña bolsa que tenía al costado y la puso frente a Rulo- Hoy no vamos a hacer lo mismo que ayer.

    -Lo sé, me dijiste que me ibas a presentar a alguien- la mirada de Virgo se ensombreció.

    -Si- dijo con la voz apagada- al parecer hubo un cambio de planes, de nuevo. Por eso te traje esto, son restos de la cena de anoche de mis dueños, logré rescatarla para vos. Comé, luego vamos a dar un paseo.

     »Rulo le agradeció y abrió la bolsa. Dentro había cuatro albóndigas, no eran muy grandes pero su estómago le agradeció que no comiera basura por tercer día consecutivo.

     »Cuando terminó de comer, salieron por el umbral de la casa. El día estaba despejado con alguna que otra pequeña nube. El sol se alzaba en su punto más alto, era medio día. Rulo se sorprendió de todo lo que había dormido a pesar de las pesadillas, aunque se sentía adormilado.

     »El piso estaba mojado y se podía respirar la humedad en el aire. El calor se sentía hasta en los huesos lo que provocó una repentina sed en mi amigo. No le dieron mucha más importancia al sofocante Martes y siguieron su camino saliendo por la esquina oxidada.

     »Caminaron silenciosos y jadeantes frenando de vez en vez para tomar agua de algún charco. Tardaron bastante en llegar a destino (al perro viejo ya le pesaban los años y ese día caminó especialmente lento y se detenía con más frecuencia), pero al cabo de un buen rato, llegaron una vez más al parque.

    »Cruzaron la calle poniendo destino al árbol que tan bien los protegió el día anterior pasando por el camino de ladrillos partidos, estaba fangoso y les ensució las patas dejándolas como hechas de terracota. Llegaron a la sección de pasto y sus patas se sintieron agradecidas por la fresca humedad que éste emanaba, el camino había sido un poco tortuoso, más a la hora de cruzar la calle donde el asfalto quemaba. Sintiendo como las almohadillas de sus patas recobraban su vigor, llegaron al árbol de copa ancha y se sentaron bajo él con su sombra protegiendolos del abrasador sol.

     »Se sentaron en el pasto húmedo mirando el lago. Ese día ni los patos hicieron presencia. El calor había ahuyentado a todos. Hasta la calesita estaba cerrada y el parque estaba en una completa tranquilidad que dejaba apreciar el canto de las aves y la hipnotizante superficie del lago.

    -¿Al final no vamos a ver a tu amigo?- preguntó Rulo.

    -No- contestó Virgo mirando el horizonte y con una pesada voz.

    -¿Estás bien? Hoy te noto especialmente apagado.

    -No, no lo estoy. Gracias por preguntar. Hoy debería haberte presentado a un amigo, mi mejor amigo, un hermano.

    -¿Manchas?

    -Je, si, Manchas- Virgo hablaba lento y pausado, como si cada palabra le costara más que la anterior- pero falleció.- a Rulo le dió un vuelco en el corazón, la noche anterior habían hablado tan bien de Manchas que le habían entrado ganas de conocerlo, ahora,no sabía cómo tomar la noticia

    -Lo siento. Me contaron que fue un gran perro.

    -Eso no lo sé, pero sí fue uno de los buenos. Ya no creo que sea sorpresa, pero también fui callejero alguna vez. Al igual que Pecas nací en la calle y nunca tuve la suerte de ser adoptado. Se aprenden muchas cosas en la calle, buenas y malas, pero la más importante es que aprendes a encontrar; encontrar comida, encontrar agua, encontrar refugio, encontrar familia, pulguientos desdichados, y si tienes suerte esos pulguientos serán la esperanza que te ayude a no hundirte.

     "Eso fue Manchas, él y los demás. Fuimos un hermoso grupo de cuatro. Roco; Kalí; y Manchas- pronunció cada nombre con tanta solemnidad que pudo ver orgullo en los ojos del viejo perro, orgullo de haberlos conocido- Fuimos un buen grupo, siempre nos cuidabamos, traíamos comida para los demás y nos lamiamos las heridas cuando lo necesitábamos.

    -¿Que pasó con ellos?

    -El primero en irse fue Roco. Una pelea. Un perro mascota que pasaba lo quiso morder y él se defendió. La pelea se hizo más feroz así que el dueño, habiendo conseguido una rama grande y gruesa, comenzó a golpear a Roco para que soltara a su mascota. Quizás debió hacerlo, quizás así el dueño no hubiera sacado su arma y quizás así Roco no hubiera recibido el disparo. Pero yo estaba cerca y escuché los huesos romperse mientras recibía los golpes. Yo quiero creer que no se escapó porque, si lo hacía, sus últimas exhalaciones estarían llenas de una larga agonía. Era valiente y no se echaba nunca para atrás. Era el que nos defendía, grande, robusto, era nuestro Tom. Pocos le ladraban sin miedo. Pero una bala es una bala.

     "Le siguió Kalí. Era buena para esconderse y rápida como una rata. La envenenaron. Había logrado encontrar una casa donde tiraban mucha cantidad de comida, fue un invierno duro donde ésta escaseaba. El problema era sacar las bolsas, era imposible sin que las rompiera y traía lo que podía. A los humanos no les gusta eso y Kalí tenía la mala costumbre de probar la comida antes de traerla. La encontré tirada entre bolsas de basura, sus ojos desorbitados e hinchados y su boca llena de espuma y sangre. Era inteligente y buena, jamás la escuché decir una grosería y nunca se quejaba si tenía que limpiarnos las heridas.

     "Luego me fuí yo, pero obviamente no morí. Paseaba por este mismo parque hace tres años atrás. Un día me crucé con Emilio y Marta, mis actuales dueños. Durante unos meses vinieron diario a darme alimentos que yo compartía con Manchas. Una noche me dijo "Virgo, esa gente se está encariñando con vos, si tenes la suerte de que te adopten, no lo dudes, sé que no vas a querer dejarme solo pero si no lo aceptas no voy a poder dormir tranquilo sabiendo que al menos uno de nosotros tuvo la oportunidad de librarse de esta mierda y no la aceptó."

     "Y sucedió. Un mes más tarde, luego de estar tres meses consecutivos alimentándome, un día decidieron llevarme. No podría decirte lo agradecido que estoy con ellos. Luego de unos años pierdes la esperanza y te acostumbrás a la calle o te consume el rencor.

     “Siempre me sentí mal por no poder llevarme a Manchas así que lo visité constantemente. Le presenté muchos grupos, hasta el de Pecas, pero nunca quiso pertenecer a ninguno, su corazón estaba con nosotros y sentía que nos traicionaba y nunca perdió la esperanza de ser adoptado, siempre pensaba que iba a suceder y no quería pertenecer a un grupo nuevo para luego abandonarlo.

     “Siempre me decía ‘algún día yo también voy a conseguir a un Emilio y a una Marta y voy a poder morir en un hogar rodeado del amor que hoy disfrutás’. Y lo intento, juro por mi corazón que lo intentó. Casi a diario venía a esta misma calesita y se paseaba por dentro, algunos días dando lastima, otros mostrándose feliz y juguetón. Y siempre era lo mismo, ni una mirada hasta que la gente se hartaba y lo echaban, a veces se ganaba una patada o un piedrazo.

     "Me rompía el corazón. ‘Te quiero muchisimo, virgo’ me decía cada vez que salía de su lamentable rutina ‘pero te envidio. No por tu suerte, si no porque no lo entiendo ¿Por qué nadie quiere adoptarme?¿Es por qué estoy sucio? Podría intentar lanzarme al lago ¿O es por qué tengo zonas sin pelo? No puedo hacer nada por eso. Pero soy bueno ¿No? No como mucho, soy pequeño, soy juguetón y jamás mordí a nadie ¿Por qué nadie se acerca a por lo menos conocerme?’ Y me quedaba con él, oyéndolo llorar hasta que se dormía.

     "Él tenía razón, jamás conocí a nadie tan bueno y leal. Si un día te sentías triste o decaído, él siempre llegaba con alguna tontería para animarte. Y no era cobarde, pero no le gustaban las peleas, era verdad que jamás mordió a nadie, salvo por defensa personal, pensaba que estaba mal, que todos deberíamos estar más unidos, tanto los callejeros como los con hogar, todos éramos iguales para sus ojos y creo que por eso nunca llego a entender porque ningún humano quiso adoptarlo.

    -¿Y… cómo murió?- la pregunta le salió en un suspiro, tenía la garganta tan anudada que le costaba tragar saliva

    -Hay humanos muy malos, humanos que solo buscan lastimar por diversión, el sufrimiento les es tan dulce como la miel. Y no les importa el día o el clima, salen a hacer daño a los seres más buenos e indefensos que encuentren. Ayer se encontraron a Manchas. Un grupo de tres o cuatro humanos lo acorralaron, creo que ya lo tenían en la mira desde hace un tiempo, y entre todos le apuntaron con algo que le llaman fuegos artificiales, de esos que se usan en navidad; "tres tiros" creo que los apodan. No tienes idea de lo dolorosos que son y de las marcas de quemadura que te pueden dejar.

     “Y allí estaba Manchas, siendo acribillado por todos lados, no me imagino lo mucho que le habrá dolido, pero logró encontrar un hueco por dónde huir pero la lluvia de anoche era muy fuerte, casi no se veía nada, y Manchas, en su afán por escapar, cruzó una calle sin mirar. La rueda le aplastó los cuartos traseros. Me contaron que sobrevivió y que lo vieron arrastrándose hasta llegar a la vereda. Intento no imaginarme que tan doloroso habrá sido su último suspiro pero, cuando lo encontré hoy temprano, inmóvil y lleno de sangre, no sabía si la gota en su ojo era de la lluvia o eran sus lágrimas."

     »A Rulo le costó contarme esta parte tanto como a mi ahora. Les juro que el solo imaginarlo me llena los ojos de lágrimas y me reseca la garganta.

     »Virgo no dijo nada más. Mi amigo no sabía qué horas eran, Virgo hablaba muy despacio, con dolor en cada palabra, pero el calor había disminuido y ahora observaba al viejo canino mirar el horizonte. Por un instante creyó que miraba más allá de la calesita o de los edificios, que el viejo guía, aquel que lo acompañó todos esos días, miraba a través del tiempo, nadando en recuerdos y reviviendo su dolorosa vida pero viendo más allá de ese dolor, más allá de esos malos días, hasta un lugar donde estaba él con sus tres amigos, y que lo esperaban con ansias para una nueva aventura.

     »Una lágrima brotó de los cansados ojos de Virgo y viajó entre las arrugas para caer en el húmedo pasto. Solo levantó su cabeza, apuntando al cielo y comenzó a dar un sonoro aullido cargado de tristeza, benevolencia y orgullo. A lo lejos, donde los ojos no podían llegar a ver pero los oídos podían escuchar, el coro de innumerables aullidos comenzaba a hacerse notar en el horizonte. Como si el rey más amado hubiera caído en batalla y el pueblo recibiera la notícia con melancolía.

     »Cientos de perros se sumaron a la honorable despedida, compartiendo el dolor de Virgo y cargados de duelo. No los veía, pero mi amigo sabía que muchos también estaban llorando, quizás ninguno conoció a Pecas pero el aullido del viejo perro se hacía sentir en lo más profundo de los corazones.

     »Rulo se había sumado a la cantada nupcia, sintiendo como su garganta se abría para mostrar sus respetos, hasta los pájaros callaron para dejar a los caninos expresar su dolor

     »Mi amigo se empezó a sentir cansado. no sabe cuánto tiempo estuvo aullando. Los párpados se le cerraban solos a pesar del gran esfuerzo que hacía para continuar compartiendo su pésame. Pero al final no aguantó, su cabeza se posó delicadamente en el pasto y llegó a oler el suave aroma de la tierra húmeda antes de caer en un profundo sueño. Así como su visión, los hermosos aullidos cesaron gradualmente hasta que ya no pudo oír nada más.

     »No sabe cuánto tiempo estuvo nadando entre las penumbras, pero sí recuerda una pequeña luz en la lejanía que rompía la monótona oscuridad. Como una estrella vista de lejos, un diminuto resplandor que parecía agrandarse. No, agrandarse no, acercarse. La pequeña estela se acercaba velozmente demostrando que no era tan pequeña y, en menos de dos parpadeos, la tuvo encima y todo cambió del negro al blanco.

     »Abrió los ojos y comenzó a notar formas borrosas que cada vez se aclaraban más y más hasta que distinguió los tapices que no había visto hace tres días. Los olores regresaron, el incienso lo cubrió hasta que fue lo único que olía. Una cara, una cara se iba formando frente suyo, hablándole aunque solo escuchaba un lejano rumor. Sus oídos se acostumbraron y dejaron de zumbar;de sus ojos se escapó la bruma que lo atormentaba y poco a poco volvía a la normalidad. Y allí estaba Armonía, lo miraba sonriente, había orgullo en sus ojos.

    -Volviste- le dijo- No sé que habrás vivido pero llegaste antes que los demás, y eso es admirable. Espero que lo que hayas aprendido sea algo productivo para tu alma.

    -¿Dónde estoy?- logró preguntar, sentía la garganta seca y todo le daba vueltas.

    -Estás de vuelta, ahí es donde estás. Y estoy muy orgulloso de que volvieras antes, eso quiere decir que entendiste todo antes de tiempo.- Armonía le tendió una mano y lo ayudó a pararse lentamente.

    -¿Qué día es hoy?

    -Miércoles, y por si te interesa, son las nueve de la mañana.

     »Rulo quedó estupefacto. Para su cerebro, hace cinco minutos, era martes pasado el mediodía, sin contar que había llegado a esa casa un sábado a la madrugada. O lo que vivió fue real, o le dieron drogas tan fuertes para dormir durante tres días seguidos.

     »Intentó pararse y ponerse erguido pero sentía el cuerpo extraño, como si no fuera el suyo. Con esfuerzo, y la ayuda de Armonía, logró estabilizarse y observó que las demás personas seguían ahí, acostadas en el suelo con los brazos sobre el estómago y parecían dormidos, apenas se les notaba la respiración pero se les veía sonreír.

     »Armonía lo llevó lentamente a la cocina, cada paso se le hacía ajeno, pero poco a poco se fue acostumbrando y en cuestión de minutos volvió a tomarle costumbre a caminar en dos patas.

     »Cuando llegaron a la cocina, le ofreció un vaso con agua "seguro estás sediento" le dijo y lo sentó en uno de los altos taburetes. Rulo aceptó la bebida con frenesí, tenía la garganta tan seca como lengua de gato. Cuando terminó de beber el segundo vaso, le preguntó qué le había pasado. "Un traspaso." Comenzó a explicar Armonía "Así lo llaman en donde lo aprendí. Se te prestó una forma, más no una vida. Aún así la viviste y te aventuraste a lo que el universo te quiso enseñar". Y no dijo nada más, y Rulo no tampoco preguntó más nada, todavía se sentía aturdido y por su cabeza pasaban mil cosas y recuerdo de esos días.

     »Luego de cruzar un par de palabras más, Armonía acompañó a mi amigo a la puerta, el cual tenía bastante prisa. Se saludaron, intercambiaron números y luego se despidieron. Armonía lo invitó a otra sesión cuando él quisiera. Y acá llegamos a la parte donde me llamó. Llegó a la hora de haberme llamado y estuvimos toda la tarde tomando mates, recitandome lo que les acabo de contar.

     »Luego nos quedamos hasta tarde en la PC, Rulo me dijo que quería encontrar ese parque así que lo ayudé a buscarlo. Nos tomó lo que restaba del día pero lo encontramos, no fue fácil sin más direcciones que los recuerdos de mi amigo, pero, gracias a la calesita, y vimos muchísimas, pudimos encontrarlo.

     »Rulo se quedó a dormir en mi casa y a la mañana siguiente se fue bien temprano y no lo vi hasta ayer.

     »Me contó que encontró el lugar, la misma calesita, el mismo lago y el mismo árbol de copa ancha donde un regordete perro de orejas caídas lo estaba esperando. Se acercó al perro y este lo guió por fuera del parque hasta el primer refugio pasando por la panadería y la canilla rota pero sin frenar como en su primer encuentro. Llegaron a la pared de madera y chapas, golpearon y el pequeño grupo, conformado por Pecas, Tom y Mari, salió a recibirlos. De Codi no supo nada.

     »Dice que tuvo un encuentro interesante, obviamente no le hablaron pero sintió una conexión extraña. Lo saludaron como si lo conocieran desde siempre, como si lo reconocieran. No hubo muchas palabras pero sí muchas miradas. Acarició a Tom detrás de las orejas (para comprobar si era cierto lo que habían dicho, lo cual fué así), se despidió de Virgo con un fuerte abrazo y se llevó a los tres callejeros con él.

     »El camino le resultó largo, imagínense, ningún transporte los quiso llevar así que hicieron veintitrés kilómetros a pie, parando de vez en cuando para que sus compañeros se hidraten o descansen. Parte del camino lo hizo llevando a Mari en brazos, al parecer es más vieja de lo que parecía y se cansaba con más rapidez.

     »Y hasta acá llega la historia. No hay mucho más que contar. Ayer fui a conocerlos y a ver como estaba Rulo. Nunca lo había visto tan felíz.

     

    Fin.

     

    Matías

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