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KUTABARE

Ander M.

Feb 7, 2025

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KUTABARE
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Adara imponía más que cualquier otra criatura que había visto antes. En su cuello colgaba un collar rojo carmín con pequeños grabados griegos en él siendo elegantemente acompañados con una placa dorada con su nombre grabado. A pesar de ser considerada una cachorra ya medía más de dos metros de alto y quizás más de tres parada en sus dos patas traseras.

La cría de cerbero había estado con él apenas cumplió los cinco años, desde la primera vez que se dió cuenta que era diferente a los demás. Y bueno, ser hijo del dios del inframundo era algo totalmente fuera de lo común.

— No te mantuve en secreto por 18 años para que vengas y me digas que no estás de acuerdo con las tareas que tienes que cumplir como mi hijo.

— No voy a sacrificarla, Adara ha sido lo único bueno que has hecho por mí ¿Y piensas que voy a entrar al laberinto con ella? Estás loco.

Hades no era ni jamás iba a ser un padre amoroso con su único hijo, el único que había engendrado en miles de años. Vaya, ni siquiera tuvo el valor para mandarlo al campamento mestizo, prefirió mandar a un perro para cubrir su olor y así jamás fuera encontrado. Solo hasta que fuera útil para él y su necesidad de subir al olimpo.

— Ya te dije niño. Entra, evita los lugares con mármol y azulejo viejo, encuentra a Hefesto y le das el pergamino. — Hades caminaba por la habitación contando los pasos de su “plan” como si fuera la cosa más sencilla del mundo y esa misma tranquilidad hacía que Ander hirviera en furia.

— ¡Ni siquiera estoy entrenado para esto! Si tan solo me hubieras mandado al campa-

— Tú no eres hijo de Hermes, Afrodita, o Ares. Le puedes ganar en batalla a cualquiera de los hijos de esos ineptos. Aunque si te topas con uno de Zeus o Poseidón...sería algo que desearía ver, pero eres él único hijo de nosotros tres así que no puede haber nadie mejor que tú para esto.

Por más que Ander odiara a su padre sabía que la única forma de continuar con vida era siguiendo las reglas de su juego. Un semidiós jamás iba a tener una vida normal como cualquier otro humano que haya pisado la tierra.

El inframundo sonaba mil veces mejor que tener que meterse bajo los escombros de lo que alguna vez fue el gran laberinto. Miles de entradas, salidas por todos lados, túneles sin salida, puertas que daban a todos lugares y ninguno a la vez, criaturas y monstruos con los que ni soñando se había topado.

Solo Ander, Adara, su fiel reloj escudo y una navaja que a su llamado se convertía en una espada con hoja de algún material que no sabía diferenciar.

Eso y el llamado a los muertos que no tenía ni la más remota idea de como usar.

Ander M.

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