Hoy se cumple un mes desde que mi Kira emprendió su viaje al cielo de los perritos, después de luchar con todo su corazón durante meses, rodeada de su papis —mi hermano y su novia—, su cuerpo ya no pudo más. Peleó contra el cáncer y todos sus síntomas, y aunque no estuve allí físicamente, sé que su alma fue fuerte y luchadora hasta su último suspiro.
Kira no era solo una perrita, era parte de mi familia. En el único año que estuve con ella antes de dejar mi casa y mi país, me enseñó a amar como nunca antes había amado. Hoy, si cierro los ojos y pienso en ella, solo puedo sonreír, porque sé que tengo que seguir adelante por mi familia y también por ella. Porque un alma tan especial merece que yo, Vidalina me convierta en mi mejor versión.
Hay vacíos que solo la fe y la gratitud pueden llenar, y eso es lo que estoy haciendo: agradeciendo cada momento que estuve a su lado en ese 2017 antes de migrar a Perú y confiar en que Dios hizo lo que hizo porque tiene un plan. Sé que ahora mi niña está en su luz y rodeada de ángeles. Tal vez parte de ese plan divino sea que yo siga compartiendo mi historia, para recordar que incluso en los días más oscuros, Dios está presente; que el amor siempre es la respuesta; que la vida tiene sus misterios, y que eso también está bien.
Siempre habrá un angelito perruno como Kira que nos recuerde que todo vale la pena.
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