si te sirve de consuelo, jamás volverán a retratarme como vos lo hacías.
desde que ya no estamos
la una para la otra,
me transformo segundos antes
de que saquen la foto.
mi cara se distorsiona,
los elementos pierden sincronía,
todo cambia radicalmente de sitio.
se intercambian los lugares,
el piso comienza a temblar
y los libros morales sobre mi biblioteca amenazan con caerse,
con suicidarse saltando de la repisa.
desde que no estamos
la una para la otra,
nadie volvió a abrir la cajita amarilla que atesoro entre mis libretas.
no hubo ni una sombra que se interesara,
que preguntara la historia detrás de la más nimia,
pequeñita,
minúscula,
casi inexistente cosita,
que tomara con sus dedos pálidos la base de una nuez sin florecer.
ni una sola persona que pintara al óleo mi corazón ardiendo
y lo colgara justo frente a la cama.
a nadie nunca le importé tan poco.
se perdió la dualidad en el mundo,
porque todita te la llevaste cuando desapareciste.
ahora todo es mucho más chato.
ya no hay saturación en los paisajes,
lo que toco ya no raspa.
la gente dejó de llorar desconsoladamente y
de tirarse al suelo a patalear.
parece que todo el mundo está sobrio,
nada estalla,
ni tiembla,
excepto yo.
se juntan los vidrios antes de empezar a caminar de nuevo,
los divorciados no pegan portazos al irse.
hay, incluso, una extraña conciliación entre
la izquierda y la derecha,
entre el arriba y el abajo.
no gritan para argumentar los hinchas de boca y river,
ya no hay puestos de trabajos para los mediadores,
se abolieron los árbitros y los cancilleres,
la flora y la fauna nunca se han peleado.
no hay un segundo para armar la guerra porque toda se ha centralizado en mí,
que busco siempre impregnarme de una tregua que todavía está por realizarse.
mientras tanto, me tocará capturar todos los fotogramas posibles
de este mundo en paz.
aceptar, un poco más, el estar siempre fotografiándolo desde afuera.
porque jamás nadie volverá a encuadrarme como vos lo hacías.
nadie me pedirá que afloje la frente
o levante un poco más las comisuras,
o se fijará en las posturas de mis manos al escribir.
ya no tendré a quién escribirle cartas porque sí,
porque hoy no cumplimos años,
porque los hospitales psiquiátricos siguen existiendo,
y la trompeta de barbazul vs el amor letal,
y los panes con manteca y azúcar,
y el cobalto de tus ojos,
y los batidores sin lienzo
y qué mierda...
en algún momento me voy a olvidar.
se va a desvanecer para siempre el desarrollo del llanto perfecto,
las cartas amarillentas que nos escribíamos mojando las hojas en café.
para nadie más
voy a quemar el borde de esas cartas.
no estarán más mientras pueda dejar de recordarte,
o seguirán latentes en el último rincón
de la casa,
empolvados aquellos bastidores que supieron retratarme.
hasta que, por fin,
alguien pueda describirme como vos lo hacías
y me cuelgue a los pies de su cama.
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