Ander había esperado ese día con ansias y temor. Había oído hablar de su padre, Hades, en leyendas y mitos, pero nunca lo había visto. Sin embargo ahora, a los 16 años, finalmente tendría la oportunidad de conocerlo. Había imaginado este encuentro en su mente muchas veces: un rey severo pero justo, distante tal vez, pero no malvado.
Después de todo, ¿cómo podía un dios tan poderoso ser completamente cruel?
Al atravesar las puertas del inframundo, el frío le mordió la piel. El aire era denso, pesado, como si las sombras mismas lo observaran desde todos los rincones. A cada paso que daba, Ander sentía que el lugar se hundía más en la oscuridad. Llegó al final del camino, donde un gran trono de ónix negro se alzaba sobre una plataforma de huesos y piedra. Y allí estaba él.
Hades, el Señor de los Muertos, no era lo que Ander había imaginado. Los ojos de Hades eran pozos vacíos, pozos que reflejaban siglos de desdén y un desprecio absoluto por cualquier cosa viva. Sintió un nudo en el estómago al notar la sonrisa torcida que curvaba los labios del dios.
—Así que tú eres mi hijo. Te he observado desde las sombras, esperando este momento. Has tardado demasiado en venir.
Ander tragó saliva. Había algo en su tono que no le gustaba, algo que helaba su sangre. Se armó de valor, recordando que él también era un semidiós, que la sangre de un dios corría por sus venas.
—He venido para conocerte, padre.—respondió, intentando sonar firme.
La sonrisa de Hades se ensanchó, aunque no era una sonrisa cálida, sino una que destilaba maldad pura.
—¿Conocerme? —repitió el dios, casi burlándose.— No me conoces en absoluto. No soy un padre para ti, ni lo seré.
El corazón de Ander se detuvo por un instante. No podía ser cierto. La decepción lo golpeó como una ola fría, pero no había terminado.
—¿Creíste que este encuentro sería sobre un lazo familiar? —preguntó Hades, con una carcajada hueca.— Mi interés en ti no es por amor. Es por tu poder. Eres mi hijo solo en nombre, pero te moldearé como desee. Te usaré para expandir mi reino, para obtener más almas, más poder. El amor es una debilidad que yo no tengo.
Las palabras de Hades cayeron como cuchillos sobre Ander, cortando cualquier esperanza que alguna vez tuvo. Había venido aquí con la esperanza de encontrar un padre, pero lo que tenía ante sí era un ser que no conocía más que la oscuridad, la manipulación, la crueldad.
Hades se levantó de su trono, acercándose a Ander con lentitud, como un depredador que acecha a su presa. Cuando estuvo a solo un paso de distancia, el dios inclinó la cabeza, sus ojos brillando con una negrura que parecía absorber toda la luz del inframundo.
—No olvides, muchacho que tu destino está atado a mí. No importa lo que intentes, siempre serás mío. Y cuando llegue el momento, cumplirás con lo que te pida. No por elección, sino por obligación.
Ander dio un paso atrás, sintiendo que el suelo debajo de él temblaba ligeramente. Quería gritar, quería correr, pero no podía. Estaba paralizado por el frío de la verdad, por el miedo que ahora lo envolvía como una sombra impenetrable. No había bondad en Hades. No había amor, solo un oscuro propósito que Ander ahora veía con claridad. Su padre era un ser cuya maldad era intencionada, calculada, y profundamente arraigada.
—Nos volveremos a ver pronto, hijo mío. —dijo Hades, con una sonrisa que no llegaba a sus ojos.
Ander retrocedió, sin decir una palabra más, antes de darse la vuelta y salir del inframundo. Mientras caminaba hacia la superficie, sintió que algo dentro de él se rompía. No era solo el corazón de un hijo rechazado, era algo más profundo, una cicatriz que marcaría su alma para siempre. Ahora sabía la verdad: su padre no era un héroe, ni siquiera un dios digno de admiración. Hades era oscuridad pura, y de algún modo, esa misma oscuridad corría por sus venas.

Ander M.
Born from the shadows, forged in the underworld—death bows before me, because I am the son of Hades.
Recomendados
Hacete socio de quaderno
Apoyá este proyecto independiente y accedé a beneficios exclusivos.
Empieza a escribir hoy en quaderno
Valoramos la calidad, la autenticidad y la diversidad de voces.
Comentarios
No hay comentarios todavía, sé el primero!
Debes iniciar sesión para comentar
Iniciar sesión