El estandarte con el escudo de Everglow flameaba en el viento de la noche con sus seguidores en una marcha de esperanza que estuvieron esperando más de trece meses, las ilusiones florecieron al saber que volverán a su pueblo.
El príncipe cabalgaba con una mirada diferente, había algo más en él, algo estaba cambiando, sabía que al volver a su reino y sentarse en su trono tendría que ser más duro consigo mismo porque al lugar el cual estaba por regresar los recuerdos de aquel amor aún revoloteaban sin parar, teniendo que luchar con su corazón vistiéndolo de hierro; detrás y muy cerca de él iba la doncella Ariel acompañándolo en su retorno a su gobierno.
La noche se tornaba larga para los everglianos pero como dijo el príncipe en la coronación de laurel – “con los primeros rayos del día estaremos contemplando el bosque de Smyrna” – y así fue; cuando el día despertó con los rayos del sol en lo alto del firmamento todos se encontraban contemplado Smyrna, observando el gran bosque verde como se expandía, con sus pilares blancos altos relucientes y en el ambiente un ligero viento con una suave melodía movía las ramas dando la impresión que saludaban, también vieron el arco alto blanco de Smyrna tan flamante como antes, de calcita, fluorita y apatita dándoles la bienvenida, llegando a estar frente a los imponentes grandes robles en la entrada y del otro lado se encontraban los otros hermanos esperando con anhelo el ansiado reencuentro, encontrándose el Príncipe en medio de ambos y alzando el estandarte se dirigió a ellos.
_ “Smyrna ha florecido y Everglow ha resurgido; Yo el Príncipe de Plata de Everglow gobernante del bosque de Smyrna hijo de la Reina de Plata de Argos y Gran Reina del Cáliz Real de la nación de Kharthian, aquí ante todos ustedes mi pacto y juramento de honor es proteger al reino con el brillo de mi vida, sin tener que exponerlos al erebo.
Y al escuchar las palabras del Príncipe todo el bosque de Smyrna se inundó de gritos, rugidos, trinados, aullidos, ululaciones, gruñidos, ladridos, bramidos, chillidos, relinchos, patadas, cantos y shofares (cuernos) que fueron soplados por los pocos y fuertes minotauros, el reencuentro se entrelaza entre abrazos de amigos y familias produciendo lágrimas de la alegría.
Todos un solo grupo, un suelo cuerpo, un solo reino caminando detrás de su amado joven soberano que al cruzar el bosque los ojos del Príncipe se deslumbraron al ver su castillo blanco fuerte refulgente como si nunca nada hubiera pasado y frente a él las grandes puertas estaban abiertas, bajó de su corcel blanco listo para ingresar y volver a gobernar.
Atravesó las grandes puertas ingresando al interior del castillo donde una gran alfombra azul se extendía guiándolo a su real silla, dando inicio en su camino cuatro jóvenes coronas conocidas le daban la bienvenida.
Era el joven Príncipe Ringo de las Montañas altas de Rilder acompañado de tres bellas princesas, una de ellas era la joven Princesa Evel de Druir del Bosque de Altarf, la princesa Celin de Alder del Bosque de Alguiedi y la princesa celeste de wiltterdram.
En su camino no solo era recibido por las jóvenes coronas sino que también lo recibían las bellas ninfas con sus delgadas tiaras, dríadas adornadas con guirnaldas de flores y náyades con diademas de pequeños caracoles sobre sus cabezas adornando sus bellezas, todas vestidas con telas blancas inclinadas dando reverencia al pasar entre ellas, entre las flores vivas de Everglow que adornan el reino y a dos escalones antes de llegar a su trono una náyade, ninfas gentiles de gran belleza de aguas dulces esbeltas, lo esperaba inclinada con una caja fina de madera.
_ “Empuñad vuestra espada plateada sin igual porque cuando el invierno cayó fue ocultada en las profundidades del lago de Moria y en su lugar fue reemplazada, protegiendo y cuidando su arma sagrada” – le dijo con voz suave entregándosela.
El príncipe desenfundo la espada que llevaba consigo entregándosela a la doncella Ariel y tomando su espada plateada real legítima volteo alzándola para que todos la vean y sentándose en su trono el silencio le hizo pleitesía, en ese preciso momento un paladín ingreso haciendo volar el silencio.
_ “Su Alteza Real que vuestro brillo se extienda y nos proteja, soy el paladín Arnorh quien prosiguió en la búsqueda de su corona después de aquella noche que lo vio en el castillo de Argos. Continúe con su orden silenciosa sin obtener ningún resultado pero en todo este tiempo los pequeños niños hadas, los silfos “fragmas” han despertado y están listos para revelar dónde se encuentra oculta su corona real” – dijo inclinándose – y al culminar de hablar una ninfa ingresaba con los pequeños fragmas a la sala.
Los silfos niños hadas “fragmas” suelen estar jugando en medio de un pequeño carrizal florecido que se encuentra cerca del lago de Moria hogar de las náyades.
En la batalla de la colisión dorada el brillo de los anteriores silfos se había extinguido, siendo así que trataron de prevenir al Príncipe de aquel amor poniendo en peligro y riesgo a todo Everglow por ese sentimiento, trayendo consigo la batalla de la colisión dorada pero él cerró su entendimiento y el brillo de Tahar con Arag se apagó cayendo al erebo pero cada vez que desaparecen vuelven a nacer en medio de los carrizos que florecen, con diferentes personalidades pero con sus mismos conocimientos ancestrales.
Meleg y Sameg son los nuevos silfos de ojos plomos tan claros que dan la impresión de tenerlos nublados.
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