Isadora

Una idea, quién sabe de cuando, resuena por estas madrugadas. Isadora, una aventura hecha determinación, un mundo de posibilidades destinado a regar y cuidar tanta magia latente. No hay mundo en el que existas y no te busque, Isadora, porque de todas las historias que se arremolinan, violentas, entre las páginas y la tinta, la tuya es la única que quiero contar.

La realidad es un caos maniático, lo sé, la última carcajada de un joker desenfrenado mientras cae, 1000 pisos hacia el tráfico, perdiendo la cordura a medida que siente el dulce aroma de sus sesos contra la calle atestada de porquería. Pero algo en tu idea evoca suave sentido común.

El mundo siempre parece a punto de acabar cuando aquello que te crió intenta destruirte, pero eso no tiene por qué ser tu caso. Quizás un pequeño rincón del mundo logre ser tu hogar y la sensibilidad de los largos amaneceres te encuentre antes que las venenosas manos del doom scrolling. Tal vez, y estoy apostando toda mi esperanza en un tal vez, logre rescatar esa robustez antaño curtida, revestirte de ropajes y canciones que sientas parte de tu ser.

Me temo que todo luchará contra tu existencia, Isadora, que quizás tu nombre pase a pertenecerle a aquello en lo que mi plan, roto y mal escrito como lo ves, no logre convertirte. No miento, otras esencias de mi yo te adorarán sin límites, y la realidad probará que estas líneas no son más que el fantasma de un deseo sin luces ni contrastes; que tu verdadera y más intensa forma excede lo que una vida tan corta como la mía puede conjurar. Cuando existas no habrá nadie que haya escrito estas páginas; lucharé para que hayas vivido más que mi traslúcida existencia en esta torre hermética donde tengo mi nido.

El formato dictamina los tiempos, así como el ambiente moldea su propio cambio. Nada será igual, no volveré a ver sin buscarte.