anoche llovía
recuerdo la fricción de las sábanas contra mis desnudos pies, el cálido viento que me otorgaba el abanico, el chillar de los grillos y el sonido de un amor que inundaba mi ser
permanece en mi el olor húmedo de la tierra, a libertad, melancolía, paz
el vibrar de la cama en sintonia con los truenos, el roncar de mi perro y el alivio de pensar que el amanecer estaría impregnado en la lluvia y sería la excusa válida para faltar a clases
anoche fue hace cinco años, pero me persigue cada noche
ayer me acosté sin cenar, con la pesadez en el pecho de saber que llovía pero la mañana aun así llegaría
ya no había una suave fricción de sábanas, solo la incomodidad de unos pies cansados de caminar
ya el viento otorgado por el abanico no era cálido, era insoportablemente frío
incapaz de escuchar el chillar de afuera, me encuentro atada a oír mi corazón temer del día y envuelto en agonía con la noche
ya no escucho el roncar del perro, este partió al más allá y sobre todo, no hallo la presencia de mamá
con quien indudablemente sueño cada noche, anhelando un amanecer a su lado, un café en su taza con sabor a bondad, una comida con tacto a amor
vivo espantada del mañana, pues la noche me arrebata en cada olor de lluvia, el sabor a hogar.
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