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    ir despacio

    maru

    Aug 13, 2024

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    ir despacio
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    Hoy en día todo va muy rápido. Es como ir en un coche a gran velocidad pero que nunca para. Nunca hay una gasolinera para ir al baño y comprarte tus dulces favoritos. Estás ahí metido, encerrado, y aunque estés sentado tienes la sensación de que no paras de correr. Intentas escapar pero es imposible, llamas, gritas, le pegas a los cristales pero nunca para. Estás encerrado en la rapidez del mundo, luchando a contracorriente constantemente. Lo pienso y noto como me sube el bichito de la ansiedad por todo el cuerpo, como me pica y me rasca para que deje de pensarlo.

    Ir despacio parece casi un privilegio. El mundo nos grita y nos dice que hagamos todo más deprisa, como si todo fuera una competición y siempre hubiera una meta, una línea de llegada. A veces, incluso lo que es nuestro, lo que nos pertenece solo a nosotros, sentimos que alguien nos mira por el rabillo del ojo y nos pregunta: ¿Aún no has terminado ese libro? Hay veces -por triste que suene está afirmación- que siento que no leo un libro por su contenido, si no para poder decir en alto que lo he leído. Mi pareja tarda muchísimo en leer, y malamente siempre le digo que lea más rápido, que lo termine de una vez. Sin embargo, siempre hay en mis palabras una envidia no dicha. Él lee, y se queda con esos detalles que la mayoría pasa por alto. Se lee todos esos párrafos que a veces parecen infinitos, no como yo, que me los saltó siempre queriendo llegar al diálogo, al drama, a ese plot twist tan esperado. Nos olvidamos de la descripción, de la lentitud, que muchas veces dice más que la rapidez y el golpe.

    Nuestra generación, tan sobreestimulada, nos cuesta retener la atención, la complejidad nos abruma y la rapidez nos encanta. Vamos caminando por los sitios pero hemos parado de observarlos. Siempre queriendo llegar a nuestro destino pero nunca nos paramos a disfrutar del camino, que contiene belleza y gracia. Muchas veces me obligo a ir con calma, hacerme unas galletas despacio y picotear cada alimento. Leerme un libro lento y apuntando cada detalle. Cojo una libreta y apunto mis pensamientos, me obligo a escribirlos para que no se pierdan en las ramas de mi memoria. Estoy en la playa y simplemente miro el mar, las olas, y me pregunto tontamente cuantas personas pararan en esa playa y pensaran que esa roca tiene una cara graciosa. Finalmente, parece, cada vez un poco más, que es nuestra obligación ir a contracorriente. Romper los cristales del coche y pararnos en esa maldita gasolinera. Disfrutar del silencio, aunque sepamos que el coche nos está esperando en la esquina para volver a la carretera.

    maru

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