Invóqueme usted,
rellene una carta silenciando mi alma,
estruje mi cuerpo, y penetre mis rezos;
corteje mi intimidad hasta que la oscuridad la intimide,
que cada terror que le deleite de mí, evoque su voz.
Llámeme usted,
que los sueños del inconsciente,
vuelvan conciencia mi presencia.
Presénteme a sus ecos que portan bozales,
traje suturas para su silencio,
y mi habla para sus obsesiones.
Los embriagaré por la noche,
los saciaré de arte en la mañana.
Invíteme usted,
haré eterna a la madrugada,
y mortal al deseo.
Que se retuerzan las serpientes del instinto,
que del cáliz, recorra dentro el veneno de un impuro.
Evóqueme usted,
si mis enigmas le resultan en primera instancia; erotizantes,
Invóqueme,
sólo si de manifiesto soporta su alma,
esta intensidad al habitarle.
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