El invierno se cala en mis huesos; estas mañanas son las más difíciles y largas. Los pájaros, de igual forma, se levantan para darme los buenos días, y yo tan solo les agradezco con mi silencio.
Mi nariz se torna rosada al estar más tiempo en el exterior; el frío ya es una furia contra mi calor interior. Miro el cielo del amanecer y sueño despierta con las mañanas de verano, aquellas en que el calor se siente desde temprano.
Ya me aburre esta vida tan vacía de emoción; nadie me busca, y yo no busco a nadie. Algún día, cuando el invierno se despida y el verano me abrace como una vieja amiga, el amor tocará a mi puerta para darme una grata bienvenida a esta nueva etapa en mi vida.
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