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Interrogatorio

Mindelo

May 8, 2025

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Interrogatorio
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-¿Cómo empezaba todo?

-¿Qué quieres decir?

-¿Qué era lo primero que sentías?

-La respiración. Todo empezaba por ahí

Matías permanecía sentado, lánguido, en el sucucho que llaman sala de interrogatorio. Ya había confesado. Las hermanas Wilson serían encontradas en su patio horas más tarde. Los perros harían el trabajo. Llevaban dos horas hablando. En ese transcurso confesó tres crímenes más. Había poca luz en ese lugar. La única lamparita iluminaba a Matías. Del otro lado de la mesa estaba José Peldaño, el psicoanalista de las preguntas. A su izquierda el Comisario Rubén Peralta. Había otro policía más apostado en la puerta. Siguió:

-Mi ritmo cardíaco subía. Junto con la respiración, los pensamientos. Se hacían parte de mí. Eran parte de mí.

El psicoanalista anotaba. Matías encendió un cigarrillo.

-Luego sentía fuerza en las manos, no sé cómo describirlo. Tenía que apretar los nudillos. Esto me pasaba luego de verlas.

El Comisario hizo un leve movimiento, haciendo que la silla crujiera. La habitación estaba en completo silencio. Matías miraba hacia abajo mientras hablaba.

-¿Y ahí ibas a atacarlas?

-No a todas

-¿Cómo las elegías?

-A veces no las elegía-. Matías lo miró a los ojos.

-Explicate

-Había situaciones en las que la bestia dentro mío actuaba sin pensar. Aunque no me pareciera atractiva -Pidió una cerveza y se la trajeron. Agradeció. Sus modales aún estaban intactos.

-Está bien, entiendo. ¿Cómo controlas esa "bestia"?

-Tenía varias técnicas-. Las manos encadenadas de Matías se levantaron. Hicieron sonar las cadenas. Todas las miradas fueron hacia esas callosas manos-. Una noche iba con cinco cigarrillos sueltos en el bolsillo izquierdo. Las manos también guardadas. Sostenía los cigarrillos con delicadeza. En una esquina vi pasar a una muchacha de unos treinta años, morocha y bien vestida. Dobló hacia la derecha y caminamos hacia la misma dirección por tres cuadras. Yo iba veinte metros atrás. Apareció en mí ese suspiro largo, la fuerza en las manos. Si apretaba la mano izquierda rompía los cigarrillos, así que no lo hice. Me gustaba la sensación de pasar los dedos por los cigarrillos con delicadeza, de contener la fuerza. Como tocando un cuerpo de mujer.

Cuestión que bajó el ritmo cardíaco, me tranquilicé y doblé en la esquina próxima. La muchacha se perdió en la oscuridad-. Peldaño lo interrumpió:

-¿Podría haber sido otra más?

Matías hizo una pequeña mueca parecida a una sonrisa y contestó: 

-Puede ser, no lo he pensado 

-Hijo de puta, ¿de qué te reís? -Largó el Comisario, inclinándose hacia adelante.

-Tranquilo Peralta -Dijo el psicoanalista apoyándole una mano en el pecho-. Dejemos que hable -luego preguntó:

-¿Por qué las hermanas Wilson?

-¿Por qué no?

-No lo soporto -Comentó el Comisario. Se levantó, fue hacia el otro policía y encendió un cigarrillo. Le dijo algo por lo bajo.

-Necesitamos que respondas con seriedad

-Está bien. No sé responderte. Estaban donde no tenían que estar. En el momento y lugar equivocado.

-¿Te molestaron?

-Sus gritos me molestaron, sí.

-¿Vos no gritabas de chico?

Matías largó la carcajada.

-¿Así? -Lo miró desafiante

-Vayamos a ese día  

El psicoanalista era el único en la sala en mantener el temperamento.

-Ya lo recordé mil veces, ¿qué querés que te diga?

-Lo vas a recordar todos los días de tu vida, que me lo digas de nuevo no tiene importancia.

-Jugás sucio, ¿eh?

-El mundo es sucio, ya lo demostraste. Por mí te hubiera colgado en la plaza pública, pero el mundo está jodido. Y uno aquí en un trabajo de mierda. ¿Te pensás que quiero estar acá, con vos?

Era la primera vez que el psicoanalista perdía el control. Matías lo miró sorprendido.

-Me caés bien, me gusta la gente que dice la verdad. Yo siempre hablo con la verdad -dijo Matías.

-Vayamos a los hechos

-Nunca olvidaré el olor al jazmín que salía de esa casa. Iba caminando con una cerveza en la mano y las ví jugando en el garage. No giraron hacia mí, como si no existiera. Fuí hacia mi casa, bebi la cerveza y salí nuevamente. Aún estaban jugando. Las saludé, me saludaron. Fui a comprar golosinas. Luego volví y les convidé. No pasó mucho tiempo más y estaban muertas. Todo se dió tan rápido


Se produjo otro silencio en la habitación. Sólo se sentía la respiración de los dos muchachos de la mesa. Como si los dos recordaran los hechos tal y como pasaron, el ataque, el terror de las niñas, la satisfacción del psicótico. A Peldaño le temblaban las manos.


-Me parece que vamos a hacer una pausa -dijo el psicoanalista mirando al Comisario. Se levantó asqueado, guardó los archivos en la carpeta y trastabilló con la silla. Peldaño, Peralta y el de la puerta salieron. Matías miró todo con tranquilidad. Luego tomó un trago de agua. No comió por horas. Se quedó largo rato sólo con sus pensamientos. El psicoanalista fue al baño y vomitó. Luego abrió una Quilmes y fumó un cigarrillo. Pensó que iba a ser un largo día. 


Mindelo

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