Intento escribirte en minúscula,
te escribo todo el tiempo,
sabrás, te escribo a vos todo lo que tengo.
La mayúscula nunca me fue más que una regla,
aquella que le da importancia a una simple palabra,
simplemente era.
Hasta que un día escuché tu nombre,
que, formalmente escrito en mayúscula,
volvió lo mundano del reglamento en algo sagrado.
Conocí todas las esquinas del mundo sólo con decir tu nombre.
Entendí por qué nombraban en mayúsculas al de arriba.
Me hice novia de la palabra,
y canté odas a todo amor que me hiciste conocer.
Nuestro cuento era belleza.
Pero te fuiste.
Entonces los papeles conocieron otro tipo de humedad
y mis manos quebraron aquellas promesas que no te pude dar.
Me vi sentada frente al escritorio,
con el recuerdo entre los dedos
y unas velas que parecían no terminar de quemar.
Desde entonces,
con dolor, intentando resignificar,
recurro nuevamente a la palabra
e intento con manos blandas,
escribirte en minúscula, a ver si ésta
me ayuda a quitarle la grandeza que algún día
le dí a tu nombre
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