Insurrección.
Mar 3, 2025
...
Ya saben.
Todos los días me despierto a mi pesar.
Mi pesar soy yo mismo, con mis lamentos, mis miedos, mis estupideces, mis prejuicios, mis errores, mis vanaglorias, mis ofuscaciones, mis jaleos...
Ser como soy no es lo peor, pues soy, más o menos, lo que quiero, como quiero, pero observo el mundo y veo al tranquilo que pasa de todo, que no se ocupa de ninguna injusticia, que igual acepta un so que un arre, y comprendo que la felicidad está muy lejos de mi talante. Aunque tengo instantes. (Gracias a dos).
Es abrir la conciencia a la mañana, oscura hasta que aclara, y sentir la vida como un castigo. Envidiar a la semilla que no germina. Querer ser mi hermano menor, nunca nacido.
Y es que ¿Qué necesidad tengo yo de pelear, ni siquiera por lo mío?
Lo he dicho tantas veces, así lo pienso... Un grano de arena en el desierto, importa más al mundo que yo al universo entero.
Mejor vayan a misa. A no pensar.
Y, acabado el tiempo de las cartas con sobre y sello...
¿Los corintios tienen grupo de WhatsApp?
Pero... Seamos serios, que nos va la vida en ello:
La libertad, amigos Sanchos...
Eso que tanto llena las bocas de los políticos, sobre todo de los que militan en las derechas, es tan solo una ilusión.
Es tan enmarañado y vasto el entramado de condicionamientos que nos rodean, desde la familia hasta la geografía, el clima y las estructuras sociales, que es imposible llegar a algún atisbo de libertad en el particular comportamiento.
Las metas humanas, como el poder o la religión, están marcadas por evidentes autoengaños. Las personas buscan la libertad, o eso creen, pero a menudo sin una comprensión real de qué es o cómo alcanzarla.
Las religiones, tan presentes e influyentes, a pesar de predicar valores de humildad y honestidad, en la práctica caen en gigantescas hipocresías, convirtiéndose en un refugio de egoístas mentirosos que, para su salvaguarda, evitan enfrentar la realidad de las contradicciones humanas.
La libertad es, no cabe otra conclusión, tan solo una utopía. Tan inalcanzable como el paraíso que prometen algunas religiones, pero, como esos edenes, sirve como señalización de una dirección para la vida.
Así, esa búsqueda constante de un horizonte ideal, como lo es el anarquismo, tiene un gran valor en sí misma, a pesar de que sabemos, sin ninguna duda, que nunca llegaremos a él de manera perfecta. La utopía, pues, se convierte en un motor para cuestionarnos, ser coherentes y auténticos, algo que nos mueve más allá de los logros inmediatos o los objetivos personales.
La utopía es lo que da sentido a la vida, aunque siempre permanezca fuera de nuestro alcance, actuando, solo ella, como un principio de resistencia contra la resignación. Quizás, visto así, se parezca demasiado a la fe, pero, a diferencia de ella, la utopía no tiene que ser ciega, irracional, sumisa, complaciente; la utopía, por el contrario, requiere de una lucha constante, una rebelión perpetua, pues para conseguir acercarse a ella no hay otro camino que la insurrección.
El Poder niega siempre, siempre, siempre, la libertad del individuo. Está en su esencia. Por eso, si se quiere, aunque solo sea, atisbar un breve soplo de libertad, de anarquismo, siempre, siempre, siempre, hay que vivir enfrentado al Poder.
Todo esto lo digo sin despeinarne (ventajas de la alopecia).
Y ahora, ya, lo mismo amanece.
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