Instrucciones para tragar, masticar y digerir en situaciones donde una solo quiere vomitar
Sep 3, 2025

Instrucciones para tragar, masticar y digerir en situaciones donde una solo quiere vomitar
No concibo la incomodidad de la quietud. No la puedo tolerar, incluso en las circunstancias donde es el único remedio. Decir que así lo siento como síntoma de mi impulsividad crónica es, para mi gusto, una simplificación que no dice nada.
Porque en la quietud siento más que solo ganas de moverme donde sea. Experimento, en cambio, cómo cada pensamiento brota grueso desde y sobre la superficie interna de mi piel inmóvil, que los absorbe a la fuerza, entonces mi sangre cómplice circula alrededor de mi cuerpo envenando entero mi sistema.
Es en ese momento exacto, cuando los sentimientos contradictorios se vuelven parte de mi. Soy hogar del veneno, y lo entiendo en el pecho endurecido, en los párpados débiles, en las nauseas invisibles, en la idiota desesperación absoluta.
La solución me parece evidente y late alerta desde el interior de mi cabeza, ebria de emotividad: Movete. Transpiralo. Escupilo.
Claro que el veneno no decanta fácil, y en el intento dejo ir también partes importantes que sostienen lo que fundamentalmente soy, partes innegociables.
Ahora bien, cuando lo innegociable me pertenece y es de mi patrimonio exclusivo, como un brazo, un ojo, el orgullo o la dignidad, el sacrificio en pos de la desintoxicación tiene por sí mismo una cuota de irrelevancia. No porque no me interese la presencia de mi ojo; Si no porque el dolor de su ausencia, es en cierta medida del diámetro de su forma y nada más.
Lastimosamente, lo innegociable no es siempre objeto de una sola. Lo innegociable también pueden ser personas. Y cuando una, en su drama detox y exhibicionista, decide (por más que prometamos empedernidamente lo contrario) moverse, transpirar y escupir sobre las innegociabilidades vivas, la cuota de irrelevancia se transforma en una tasa de interés del 70 por ciento que afecta cuánto espacio ocupe aquella persona dentro de tu vida (el diámetro de un abrazo dentro de la iglesia, o de un beso ebrio en el auto, o de una sorpresa en el colectivo, por ejemplo)
Silencio.
¿Cómo hace una ahora? ¿Es justo moverse, transpirar y escupir disculpas hasta conseguir un perdón que solo busca quietud? ¿Cómo me desintoxico del veneno que yo misma liberé en el intento de extirparlo todo?
Empezaría por llevar el perdón a mi boca,
Quieta.
Masticarlo hasta que se vuelva angustia.
Tragar el nos necesito,
Y digerir en silencio un te extraño demasiado.
Para finalmente pujar, sudar y escupir desde el interior del recto el amor innegociable que envenené en un principio, y con suerte generar un trauma tan grande en mi colon, que me haga decidir cerrar el orto de una buena vez por todas y cuidar lo que me pertenece para que el único vidrio roto sobre el que baile sea el de una copa de vino de una noche feliz.
Recomendados
Hacete socio de quaderno
Apoyá este proyecto independiente y accedé a beneficios exclusivos.
Empieza a escribir hoy en quaderno
Valoramos la calidad, la autenticidad y la diversidad de voces.
Comentarios
No hay comentarios todavía, sé el primero!
Debes iniciar sesión para comentar
Iniciar sesión