me despierto con pensamientos aniquiladores que se me colocan en el cuello, la espalda. ahí está mi instinto primitivo, no el real, sino el impuesto, el que me han contado y me estruja. me despierto palpitante con las ideas brotando, muchas soluciones pero todas resignantes, conformistas, desde la prisa y en la inmediatez, me viene entonces la culpa y el castigo con el látigo, me golpea lo de siempre: no haces lo suficiente. aquí el conducto entonces que quiero romper, que si es dañino, mucho más que la vida que estoy llevando para mí, el que identifica mi valía con lo tangible, es absurdo, es estúpido. me comprometo entonces en una nueva cabeza y por tanto, en un nuevo yo, me subo a un caballo todopoderoso, limpio, bello que me eleva, que alimento eligiendo sentirme completa y satisfecha.
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