En la oscuridad, donde la soledad se vuelve refugio.
La noche me llamaba con su voz hueca,
su canto roto, su eco de lamentos.
Cuando todos dormían, yo despertaba,
dueña de una casa vacía, reina de un silencio que cortaba la piel.
Las pastillas eran relojes sin agujas,
promesas de descanso que nunca cumplían.
El insomnio me tallaba los huesos,
me arrancaba el sueño a mordiscos,
dejandome sola con mis sombras.
Las lagrimas caían como gotas de ácido,
quemando mi reflejo en el suelo.
El vomito, un grito que nadie escuchaba,
las cortadas, un lenguaje que solo yo entendía.
Porque a veces, la noche es el único lugar donde uno puede ser libre.
Pero la noche
la noche era mi hogar, mi escondite,
mi momento de existir sin testigos,
sin preguntas, sin reproches, sin miedo.
Despertando a la vida mientras todos duermen.
Solo yo y la oscuridad,
bailando en el filo del silencio.
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