Insidia de muerte

Que el infortunio de mi propia existencia ha hecho que este sea el único texto destacable entre todas mis cartas de amores y miserias.
Que mi despedida sea lo único que tanta gente lea, que se identifiquen con esta dedicatoria sin nombre y que piensen en su egoismo que algo de esto es para ellas.

Si a mí lo que me mató fue la pesadez de aquel nombre que no me corresponde y aquel suplicio de infelicidad que me acarreo desde siempre, aquella nota malsonante que rompía cada melodía mínimamente acertada que llegaba a mi vida.

Si esto que me atormenta me persigue desde que conseguí conciencia como una canción pegadiza que se impregna en tu cabeza hasta hacerte enfermar, que te marea y te deja debil pero que no puedes pensar en nada más, como unas ganas constantes de vomitar.

Si en mi anterior despedida hablé tan mal de mi y hoy me di cuenta que no es así, que no soy un villano ni un héroe, solamente soy aquel que mira desde la esquina la plaza vacía pensando en cuanto le gustaría estar ahí. Pero no me muevo, no camino ni lo intento, solo miro con envidia a aquellos que pisan aquel lugar unos segundos y lo vuelven a abandonar.

Y al final esto tampoco tiene por qué tener un sentido si solo es un final, no hay realmente algo por explicar, si por fin descubrí el amor, si por fin sentí algo de paz, de todas es un final. Si no quiero seguir más, solo quiero dormir un par de siglos o quizás menos hasta descansar, si es un desahogo nada más.

Al final siempre he Sido demasiado cobarde como para la cuerda atar.