¿Algún día me recuperaré?
Todo se descompone, al igual que yo.
Mis objetos se disipan con los recuerdos,
quedan obsoletos.
Observo por la ventana:
sólo avisto los pasos sin dicha de la gente.
Veloces se mueven, impulsivos,
siempre exigiendo más,
vociferando ansias de escapar.
La voz disfónica de pedir piedad,
algún juramento de búsqueda
que me saque del destierro.
Los movimientos son apresados por sombras súbitas.
Mis emociones son fibras porosas,
pinchadas sin conmoción.
No siento nada ante mis ojos,
pero cada rostro refleja mi interior.
Pareciera que mi alma no puede habitar mi cuerpo:
se filtra en cada matriz humana.
Atosigada por las calles,
mi sensibilidad se derrama hacia fuera.
No comprendo lo que es la compañía,
el par, la simbiosis.
Sólo hay espacio para lo diáfano
entre mi soledad e inquietud.
He perdido la capacidad de sentirme.
Soy pura permeabilidad,
ajena a mí,
íntima del mundo.
Así sobrevivo:
envuelta en un pacto sin forma
entre la distancia y la espera.
Culpable,
apocalíptica,
rupturosa.
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