Cada vez que recupero un poco de mí
y me permito sentir algo parecido a la conformidad,
aparecen tus ángeles a proponerme lo contrario.
¿Será tan difícil no arruinar aún más mi año?
Me siento una alfombra que pisan sin mirar,
sus pies limpio y les doy un camino claro a seguir.
¿Cómo no te van a robar de mí?
En un intento de existir más allá de nos,
grito mi amor hacia vos,
a los cuatro vientos hago entender que soy yo quien estuvo primero,
que mi amor es el que elegis;
pero después vas y perdonas,
avalas su vanidad,
mi tranquilidad pasa a segundo plano,
se pierde en tu vergüenza e incapacidad de actuar.
Que me culpen a mí,
que encuentren en mi persona un enemigo mortal:
al menos de esa forma estaría segura de que existo.
Sus pies se plantan en mi esternón,
me quedo sin aire,
la ira que arde me sofoca y ellas aplastan aún más,
si, total, vos las dejás,
¿quién las va a culpar?
Antes de mí hay un mundo infinito con seguro ante la calamidad,
me quedo sola y rota en el barro esperando a que me pases a buscar,
a que te acuerdes que alguien a mí también me tiene que salvar.
Sin embargo, apareces con las manos vacías.
Te plantás ante mí diciendo que sola me metí ahí,
me pedís que cree una soga para que me levantes,
que consiga el paño para limpiarme.
Esperas con toda impunidad que me salve a mí misma,
y solo me queda preguntarme,
¿será así toda mi vida?
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