Cuando te pusiste a escribir, dejaste el espíritu sobre las páginas vacías. Renunciaste al pasado, te alejaste del presente. No sabes nada sobre el futuro, si es que, lo hubo alguna vez. Fueron incontables la cantidad de inviernos que reflejó tu ventana, dejando entrar un soplido frío incapaz de conmover tu cuerpo casi muerto. Viviste para ella.
Las palabras completaron una profecía sin sentido, solo guiada por los sentimientos que te llegaban, pocos pero de gran intensidad. Encerrarte en esa pieza, inconclusa, te expulsó del amor antes de los 20 años. Te envolvió en una obra infinita que debías terminar aunque termines contigo.
En un mismo lapso traspasaba todo, atrás de lo que pasaba en un mundo ficticio. Fue un agujero negro que te debilitó poco a poco, llevandose el ínfimo brillo que conservabas aún en vida.
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