Pobre Vendaval
que no eres prócer de la destrucción
de tus vientos e inundaciones.
Habrá de animar la tristeza
adherida en tus adentros
las manos amigas y corazones amantes.
Perdónanos Vendaval
a la sociedad de enfermos climáticos
que no sabemos orientar los fenómenos
sin desgarrarnos en el paso.
Te suplico no te ahogues
entre tierra y rosales
ni en el caos que tu pecho
encandilado por la tristeza
puede desencadenar.
Pues cuánto quisiera, hombre tempestuoso
disolver la amargura de tu paladar
Al sustituir, en un intento de saberme dentro de vos
mi corazón extirpado en tu pecho.
Para que sepas, mi amado
lo que es amarte y desearte en tempestad
al darte refugio en este cuerpo
incapaz de comprender a otro habitante
que no sea vos.
Mi Vendaval, dónde estarás
ven que te quiero amar.
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