Y ahora me mirás raro, sorbés tu café de a poco y, cuando se acerca a tu nariz, casi se entremezcla con tus ojos, y vos sabés de antemano que me cuesta diferenciar las cosas tan necesarias para mi subsistir. Aunque sé que con vos ni siquiera tengo que definir qué son las cosas, y eso me calma un poco.
Es la inercia de perderme porque vivo entre los otros, y es a veces que me muero, lo suficiente, y en el trasfondo sé que estoy. Un indicio claro es no entenderme, es desconocer el valor por uno mismo hasta el punto suficiente en que el desprecio dé con lo que soy. Y entonces me contento al ser esto y no otra cosa.
Yo te quiero, lo suficiente, como para ver que sobreentendés que hoy no estoy en el mismo plano, que estoy en el otro, en el más crudo, donde me lleva un poco la efervescencia. Y es ahora que me nutro como si estuviese cobrándome por todas las otras veces, como si llevarme de vos lo que hoy preciso de alimento fuese un pago por toda mi disposición a la existencia, en la cual vivo al inverso modo y no paro de enamorarme de cada instante de tu mano haciendo pasear la taza en el aire sin siquiera mirarla.
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